/ Carlos Arturo Fernández U.
Siempre que se discute sobre arte hay una cantidad enorme de asuntos que distancian a las personas. Muchas veces los gustos parecen ser irreconciliables y lo que para unos son obras maravillosas para otros resultan mamarrachos imposibles de aceptar. Algunos prefieren el arte actual mientras otros creen que los grandes momentos de la creación artística se desarrollaron en el pasado; este escoge la música pero detesta la ópera; aquel ama la arquitectura pero cree que la pintura es casi siempre un añadido sin sentido; el de más allá queda fascinado por la danza contemporánea pero no soporta el ballet clásico; y otro más está abierto a todas las artes, desde el cine y la literatura hasta las expresiones de la cultura popular. Y, por supuesto, los ejemplos se podrían multiplicar indefinidamente.
César del Valle | Abel Rodríguez |
Sin embargo, quizá sería fácil poner de acuerdo a todas las personas en un punto preciso: todos los pueblos, todas las culturas humanas y todas las épocas de la historia han tenido siempre algún tipo de manifestación artística. Quizá prefiera un tipo de obras mientras rechaza otras alternativas, pero no hay cultura humana que no tenga algún nivel de vinculación con el arte.
Esta relación entre humanidad y arte es tan fuerte que durante mucho tiempo se cayó en el extremo de reducir el concepto de cultura a lo artístico. Hoy, por fortuna, consideramos que la cultura es un campo mucho más amplio que el del arte, que ocupa sólo una parcela de aquel. Pero sabemos también que arte y cultura no son realidades separables.
Cabría preguntar, entonces, ¿por qué todos los pueblos, incluso en situaciones sociales muy difíciles, han dedicado tanta energía y tantos recursos humanos y materiales a la creación de obras de arte? No puede tratarse de una coincidencia ni de un mero capricho generalizado.
Juan David Higuita
En realidad, todas las manifestaciones de la cultura humana, incluido el arte, buscan entender cómo es el mundo que nos rodea, el mundo material y físico, el ámbito espiritual, pero también la sociedad, las otras personas y nosotros mismos, de tal manera que podamos manejar esos mundos, y que la vida no sólo se haga soportable sino también que sea una vida buena para que valga la pena vivirla. Y, como parte de la cultura que es, también el arte se desarrolla dentro de esa búsqueda fundamental. Pero, por supuesto, las distintas expresiones culturales utilizan herramientas diferentes y cada una de ellas sigue su propio proceso de búsqueda; ello nos permite descubrir que la realidad tiene muchos niveles que se cruzan pero que mantienen su diferencia. Por eso, lo que explica la ciencia no lo explica el arte, ni los caminos de la religión se identifican con los de la filosofía, y así sucesivamente. La ciencia y la filosofía actúan a partir de la razón, y la religión a partir de la fe; el arte trabaja con base en la intuición y la sensibilidad.
En síntesis, el arte es una de las maneras en las que realizamos nuestro ser humano, relacionándonos con la realidad. Por eso, es una parte esencial de nuestra vida, a la que no podemos renunciar si no queremos mutilar nuestra riqueza de humanidad.
Según lo anterior, el Salón de Artistas que actualmente se desarrolla en Medellín, es una especie de gran convención en la cual se presentan múltiples puntos de vista que, al final de cuentas, giran todos alrededor de nuestra propia realidad, es decir, de nuestra condición humana.
Vale la pena visitar el Salón pensando que vamos a encontrar muchas preguntas y respuestas que, aunque no logremos formular después de manera exacta, van a enriquecernos y a hacer mejor nuestra vida cotidiana.
Antonio Restrepo