Las mujeres aristócratas, hasta la Revolución Francesa, embutían sus torsos en estructuras que les moldeaban las siluetas con cinturas diminutas y curvas prominentes. Corsés se llamaban estos precursores de los implantes y la extracción de costillas, con las que hoy día fabrican, en serie, cuerpos femeninos de quirófano.
Siguen existiendo. Menos evidentes, igual de rígidos y agresivos. Pueden ser unos zapatos puntudos o un sombrero estilo picador de toros… O, lo peor, pueden ser corsés mentales, los más peligrosos.
En la posesión del presidente 47 de Estados Unidos, quien regresa a la Casa Blanca con la lección aprendida y el apoyo indiscutible de los republicanos y las mayorías en el Congreso y el conservadurismo de las Cortes -¡y el gran concepto en que se tiene!-, no sé cómo la Primera Dama, con los ojos sumidos en la oscuridad de un cordobés calado hasta la nariz y el esqueleto encaramado en tremendo par de agujas, evitó caer de bruces frente a las cámaras. Sumado al beso histórico que nunca fue, hubiera arrasado en redes y medios tradicionales. ¡A que sí!
Coprotagonistas de ese día fueron los integrantes de la comparsa de jóvenes-bellos-millonarios-y ojalá rubios y ojiclaros, que rodeaban y ovacionaban a Donald Trump. Elon Musk, por ejemplo, el nuevo mejor amigo (la pelea entre los dos será de serie de Netflix), sufrió un episodio de paroxismo que terminó con un saludo de ingrata recordación. Un macho alfa saltando, aullando, marcando territorio. ¿El fin del humanismo? (Lo que el espíritu del hombre/ ganó para el espíritu del hombre/ a través de los siglos/ es patrimonio nuestro y es herencia/ de los hombres futuros/ Al tolerar que nos lo nieguen/ y secuestren, el hombre entonces baja/ ¿y cuánto?, en esa dura escala/ que desde el animal llega hasta el hombre”: Cernuda recordado por Millás)
Y Trump, oh my God!, “Chacho” indiscutible de esa jornada y posteriores, mantiene al planeta en ascuas, a la espera del estado de ánimo con que amanezca. “Dios me salvó para que Estados Unidos vuelva a ser grande; la edad dorada comienza ahora”. Preparémonos, que lo que se cuece en el desorden internacional será intenso. Mesiánico.
A vuelo de pájaro: el muro en la frontera con México va en serio; la deportación de millones de migrantes, también; el cambio de nombre del Golfo de México, igual; las ganas de arrebatar el Canal a Panamá, adueñarse de Groenlandia y dominar Canadá, es típica actitud imperialista; el final de las guerras actuales, una exhibición de poder; la retirada del Acuerdo de París, la OMS y la OTAN, una miopía sin precedentes; el “América primero” y el afán de subir aranceles a tope, una ruta directa al proteccionismo y al aislacionismo; el indulto a los agitadores del Capitolio, una reivindicación personal; la negación del cambio climático, una soberbia ignorancia; el desconocimiento de la diversidad, un retroceso de décadas; el desafecto por América Latina, una interrogante abierta…
Y el pulso peliagudo que libra con Petro –comparten similares delirios de grandeza -, un globo, medio desinflado, que no se sabe a dónde va a parar.
ETCÉTERA: El sombrero y los tacones de Melania son una poma al lado del corsé que aprisiona la mentalidad de Mr. President. ¡Tenete fino, mundo!