Ya vamos por la mitad de diciembre. Se acabó el 2022. Este suele ser un tiempo en el que revisamos cómo hemos vivido, qué hemos logrado y qué visualizamos para el próximo año. Normalmente revisamos relaciones, esfera profesional y así. Pero en esta última edición, quisiera que pensáramos también cómo ha sido este año en términos de nuestra relación con la tierra, con la vida.
De todos los temas del año relacionados con medio ambiente, lo que más me impactó fue que alcanzamos el hito de ser 8 billones de humanos en el planeta, tan solo 12 años después de haber haber llegado a ser 7 billones. ¡La población aumentó un billón en 12 años! Tanta gente en tan poco tiempo, que quiere vivir “bien”, suplir sus necesidades con estándares del primer mundo, aunque sean del tercero. Esto nos llevó a que, en esos mismos 12 años, el día de agotamiento de la tierra (cuando sobrepasamos la capacidad de regeneración para un año y empezamos a usar lo que no está listo para ser usado), pasara de agosto 21 a julio 28. Son 24 días menos que le estamos dando para recuperarse por nuestra demanda de los servicios que nos ofrece (agua, biodiversidad, clima estable, fertilidad del suelo, etc.). Tenemos el sistema bastante desequilibrado. Y se nota. Según el último informe sobre el clima global de la ONU, los eventos meteorológicos extremos que causa el calentamiento del planeta afectaron este año a todos los continentes.
Se están viendo más claramente las consecuencias: temperaturas de 50 grados en los veranos europeos, incendios en Australia y una llovedera de casi tres años en Colombia. Y lo que se viene; según el foro económico mundial, cinco de los diez riesgos más severos a escala mundial para los próximos diez años tienen que ver con la esfera ambiental, entre ellos, pérdida de biodiversidad y climas extremos.
Si bien es cierto que todo lo anterior es consecuencia de problemas estructurales y sistémicos, y que probablemente solo con cambios individuales no logremos la transformación necesaria, muchos cambios, de muchos individuos, generan tendencias; los gobiernos y las empresas responden a ellas.
Así que, volviendo a la temporada decembrina, ¿hemos pensado una navidad regenerativa? Para mí, la regeneración parte de la ética. Una ética basada en el cuidado de la tierra, de la vida (relaciones genuinas, productos que cuiden la naturaleza y las personas, propósitos alineados con ello, etc.). Y en este tiempo, yo me pregunto: ¿busco conectar con mis familiares o voy a las reuniones pensado en regalos? ¿a quién apoyo con mis compras? ¿cuido mi cuerpo o voy por excesos?
He estado pensando también en lo que viene para 2023. Algo que sea realista. Se me ocurre hacer una lista: Primero, comprar 100 % local el 100 % de las veces, con materiales/producción 100 % orgánico. Segundo, comprar solo lo 100 % necesario. Y tercero, el 100 % de mis acciones apoyan tendencias que el planeta necesita.
Al final, mi propósito terminó siendo una completa utopía, pero alguien me dijo una vez que la utopía sirve para trazar el camino. Creo que mi propósito para 2023 es caminar hacia la utopía, sabiendo que es inalcanzable.