Según las Naciones Unidas, solo nos quedan 60 cosechas antes de que acabemos con el suelo. Sin suelo, no hay alimento. Es el tiempo de la agricultura regenerativa.
Los límites planetarios, específicamente los que tienen que ver con la pérdida de biodiversidad, el cambio climático y el ciclo de nitrógeno y fósforo, han sido excedidos. Ya no es posible refugiarnos en la narrativa inválida de la sostenibilidad.
En mi columna anterior (Sistema digestivo y suelo: la relación que aún no te han contado, disponible en vivirenelpoblado.com) hice un paralelo entre el suelo y el sistema digestivo, dos conceptos aparentemente distantes, pero que, ante la mirada circular, son más cercanos de lo que creemos. El suelo actúa como un sistema digestivo, donde microorganismos y hongos hacen que los nutrientes sean disponibles para las plantas. De la misma manera opera nuestro sistema digestivo: millones de microorganismos digieren y nos entregan nutrientes. La relación entre suelo y sistema digestivo parte de la salud de los microorganismos.
Según las Naciones Unidas, solo nos quedan 60 cosechas antes de que acabemos con el suelo. Sin suelo, no hay alimento.
Ante este panorama desolador y el aparente avance exponencial de la agricultura industrializada, responsable de la degradación acelerada del suelo, la pérdida de la biodiversidad y la producción de una tercera parte de los gases de efecto invernadero, aparece un concepto que rompe paradigmas y pone la sostenibilidad como algo insostenible. Los límites planetarios han sido excedidos y ya no es viable enfocarse simplemente en mantener lo que queda. La sostenibilidad no es suficiente, debemos movernos hacia la regeneración.
La agricultura regenerativa busca volcar el sistema alimentario industrializado hacia la reparación y la recuperación de los suelos, a través de un manejo sistémico donde la biodiversidad, el resguardo de fuentes de agua, la recuperación del suelo y el manejo circular de animales de pastoreo y microorganismos, incrementan la capacidad de secuestrar Co2 y potenciar los servicios ecosistémicos, mientras nos brinda alimentos nutritivos y limpios.
La agricultura regenerativa es mucho más que simplemente la salud del suelo. Regenerar la tierra es recrear la manera en que pensamos, nuestra cultura y la relación que tenemos con la naturaleza, es reconocer y celebrar la necesidad de más diversidad. Estamos inmersos en un sistema de pensamiento basado en la separación y los opuestos; bien/mal, blanco/negro, izquierda/derecha, hombre/mujer, bueno/malo. Estamos perdiendo la conexión con la naturaleza y separándonos de ella. Estamos encarcelados en un sistema agroindustrial lineal que separa las personas de los animales y las plantas, y que asume que un suelo degradado y sin microorganismos puede seguir produciendo monocultivos siempre y cuando tengamos los recursos de fertilizantes sintéticos, agrovenenos y plantas hechas en laboratorios.
Por suerte la regeneración está acá para mostrarnos que hay una manera, que la Tierra tiene la capacidad de regenerarse, pero que necesita de nosotros. Necesita la generación regenerativa, aquella compuesta por individuos, comunidades y empresas dispuestas a recuperar para rehabilitar, moverse más allá de la sostenibilidad y comenzar a proponer acciones desde sus oficios y operaciones.
Entretanto, les dejo este proverbio de nuestros hermanos indígenas Misak, del Cauca: “Recuperar la Tierra para recuperarlo todo”.