“Soltar” es una invitación que nos hacen cuando estamos enganchados con una situación, cuando hemos caído en una espiral dándole vueltas a algún suceso, persona u otro. Nos hablan de soltar cuando estamos en modo lucha contra la vida resistiéndonos a aceptar que algo fue como fue, que alguien es como es, etc. Qué fácil es decirlo y qué difícil hacerlo, ¿verdad?
¿Qué necesito soltar? Es una de las preguntas que aparece recurrentemente en las transiciones de un año a otro, y en general he visto que esa respuesta se contesta con facilidad. Muchos somos conscientes de los lastres que arrastramos, logramos identificar eso que nos pesa y que quisiéramos ser capaces de dejar atrás, lo que no sabemos es cómo hacerlo.
Antes que nada, para poder soltar es necesario primero sostener. ¿Cómo podría soltar algo que aún no tengo en mis manos? – Imposible. Ahora, no puedo sostener algo que me niego a ver; por ende, para poder soltar necesito aceptar que algo es tal cual como es en este momento, y así, sentirlo, sostenerlo, para luego entonces soltarlo.
El apego es una de las raíces del sufrimiento humano, sufrimos mucho por no aceptar que la impermanencia es inherente a la vida, a la existencia humana. La invitación a soltar es una invitación al desapego, a dejar ser, a dejar fluir, a dejar ir y por ende, a dejar llegar.
Soltar implica desengancharse, dejar de invertir energía (tiempo, recursos, atención dinero, entre otros) en algo/alguien que ya no está, no responde, no funciona -o dejó de hacerlo-, o que no está en nuestras manos. Una vez más: suena muy fácil decirlo.
¿Por qué nos cuesta tanto el desapego? porque va en contra de la naturaleza humana, los seres humanos tenemos una tendencia natural a apegarnos desde que nacemos: a la madre en un primer momento, a su pecho, a sus brazos, y de ahí en adelante a todo eso que nos da estabilidad y seguridad: a una identidad, a los roles que asumimos, a las personas, a teorías, a creencias, a costumbres, etc.
La conducta de apego es natural, innata, mientras que la conducta de desapego hay que aprenderla; no sólo no vinimos cableados para eso sino que en la cultura occidental esta no es una de las enseñanzas que figuran comúnmente en las familias, colegios, ni en el discurso social y cultural en general.
¿Qué soltamos? Sucesos, ideas, creencias, relaciones, errores, responsabilidades ajenas, el pasado, la ilusión de control, entre otros. Ahora, ¿cómo lo hacemos? Lo primero es entender que soltar es un proceso, no es una única acción que se realiza en un único momento. El punto de partida es la intención y el compromiso genuino y profundo de soltar algo y a partir de ahí: un montón de acciones en distintos momentos cada que nos damos cuenta que hemos vuelto a engancharnos.
Darnos cuenta entonces es fundamental. Cuando estamos en piloto automático, en cualquier bifurcación de la vida donde nos enfrentamos al tema en cuestión o a una alternativa distinta, así mismo -en automático- tomaremos el camino conocido. Soltar implica entonces un trabajo de consciencia importante para poder elegir deliberadamente tomar la vía alterna, y tomarla y tomarla y tomarla hasta deshabilitar la acción automática de tomar la vía anterior.
Soltar implica dejar algo atrás, duele, nuestra mente tarda un tiempo en procesar la ausencia y adaptarse; por ende, soltar no es una acción que se materializa de inmediato en el momento en el que se toma la decisión de soltar, sino un proceso que requiere paciencia y compromiso, en el que tomar la decisión es sólo un primer paso -pero uno determinante- y efectivamente llevarlo a cabo es absolutamente liberador.