¿Quién podría decir que es ajeno al alimento? ¡NADIE! Todos necesitamos comer para mantener nuestro cuerpo vivo, entonces, todos hacemos parte de su sistema de producción y consumo.
Llevo mucho tiempo pensando sobre la crisis que vivimos como humanidad, sobre la manera en la que nos relacionamos con el planeta del cual dependemos y, hasta hace poco, no había encontrado algo que realmente uniera todos los sectores de la sociedad; hasta que pensé en la comida. Para que un plato llegue a nuestra mesa, se necesita de un productor que cultive la tierra, de alguien que produzca los insumos para mantenerlo sano y fuerte, de personas que transporten los alimentos hasta un punto de abastecimiento, de alguien que compre y lleve al punto de preparación, y de personas que cocinen… y así, ¡voila! Un plato de comida está servido.
En esta cadena tan larga, he visto varias cosas: primero, lo desconectados que estamos de lo que pasa para poder saborear un bocado. No tenemos idea de dónde viene nuestro alimento, si fue producido en Santa Elena o si viene de Portugal. Y poco nos importa. Pero resulta que el lugar de procedencia nos habla de qué tanto ha viajado, qué tanto combustible se ha invertido en llegar a nosotros y qué comunidades participaron en su producción.
Segundo: no vemos la relación entre salud y formas de producción. No es lo mismo un alimento producido con agroquímicos en un monocultivo de gran escala, que uno producido en una huerta o en una agroforestal sucesional (¿Un qué? Un cultivo que imita un bosque para producir comida). Cada una de estas formas incorpora cosas distintas al alimento y genera niveles distintos de nutrientes en él.
Tercero: no vemos el poder que tenemos como consumidores. ¡Nuestra decisión de compra, lo cambia todo!
Puede parecer súper complicado, me he sentido perdida en algún momento, pero también he encontrado muchas cosas que están pasando en Antioquia, que ofrecen alternativas para mover la producción de alimentos: de ser generadora de problemas sociales y ambientales, hacia una cadena que promueva la regeneración del suelo, el agua, las comunidades y que permita que la vida florezca mientras se produce comida, una de las necesidades más básicas que tenemos.
La iniciativa FOLU Colombia (Food and Land Coalition, es decir, coalición por una nueva economía y uso del suelo) busca transformar los sistemas de alimentos y uso del suelo en motores de crecimiento sostenible. Han creado hojas de ruta para varios departamentos, entre ellos Antioquia. Iniciativas más puntuales, también. Me inspiran Agromandala, una alianza entre productores y consumidores, a través de la compra de canastas agrobiodiversas; Cocina intuitiva, que combina culinaria y agricultura para fomentar modos de vida regenerativos; y los productores de la Red de regeneradores en movimiento, de Visión Suroeste.
Una forma de transitar hacia la regeneración como sociedad es que, como individuos, nos cuestionemos qué comemos y de dónde provienen los alimentos.