En la edición anterior publicamos apartes de la carta enviada por el ingeniero mecánico–aeronáutico Daniel Restrepo Posada, con severos cuestionamientos al reciente artículo en el que el columnista de Vivir en El Poblado, Juan Carlos Vélez, habla de trasladar al Aeropuerto José María Córdova las operaciones del Olaya Herrera. Los siguientes son otros de los comentarios llegados a la redacción de este periódico:
De C.F Pineda: “Felicitaciones, doctor Juan Carlos. Después de tantos años de silencio su voz se levanta como la luz que esta ciudad necesita. Ni la caída del avión de Tampa en los ochenta, ni los accidentes más recientes de avionetas, el ver a la ciudad encañonada dividida por esa vergonzosa pista, ni las dificultades diarias en la comunicación oriente–occidente, ni las limitaciones constructivas en los conos de aproximación norte–sur, ni una ciudad que se desmorona construyendo sus laderas, habían tenido eco en nuestros líderes para poner el dedo en la llaga. Por fortuna a alguien de altísima credibilidad se le ocurrió alzar la voz y volver al predominio de la razón en este querido pero limitado Valle de Aburrá”.
De Carlos Lülle: “Santander solía ser un departamento cohesionado. Había en su capital, Bucaramanga, un viejo aeródromo, el Gómez Niño, y una empresa, Taxader, que unía sus pueblos entre sí y a estos con su capital. Luego, llegó el ‘progreso’ y fue inaugurado el Aeropuerto Internacional Palonegro, la pista del viejo aeródromo fue rellenada con cemento y acero ‘para bien de los santandereanos’ y Bucaramanga no contó en ese momento con dirigentes capaces de impedir su desaparición. El resultado es que hoy Santander es una colcha de retazos, la capital para cada región del departamento es diferente: para unos es Puerto Berrío o Medellín, para otros es Tunja o Duitama, Cúcuta, Ocaña, Aguachica o Valledupar, según el caso. Por eso me resisto a creer que el coraje de muchos dirigentes y tantas personas del común –que no se dejaron deslumbrar por el nuevo aeropuerto de Rionegro, se pararon en la raya y lucharon por conservar el Olaya Herrera– ahora se vaya por la borda en pro de mil causas ‘nobles’ como hospitales, escuelas, teatros, ancianatos, hogares infantiles, parques, entretenimiento y, en fin, ‘bienestar para todos’ a dos manos, (…) cortando de tajo tan importante cordón umbilical que tienen los pueblos paisas con su bella capital. ¿O piensan los interesados que valga la pena acabar con el segundo aeropuerto del país para satisfacer su apetito?”.
De Eduardo Ceballos: “Totalmente decepcionado y aterrado me quedé al leer el artículo escrito por Juan Carlos Vélez acerca del Olaya Herrera, agravado este sentimiento por la admiración que le había profesado y el hecho de que hace años fue director de Aerocivil. Precisamente ese tipo de pensamientos de nuestros políticos, probablemente motivados por intereses individuales y no colectivos, han ocasionado desastres históricos en el progreso de nuestro país: el río Magdalena alguna vez fue navegable y hoy no. Tuvimos red de ferrocarriles que se abandonaron para siempre. Nuestras tractomulas sacan las cargas de las fábricas del interior del país hacia los puertos a tan solo 15 kilómetros por hora sobre vías en estado deplorable, haciendo que nuestras empresas compitan con gran desventaja en los mercados internacionales. Y ni hablar de la aviación. Con la complicidad de la Aerocivil, la Policía Antinarcóticos y la Fuerza Aérea, se han cerrado cantidades de aeropuertos y pistas rurales con la disculpa de que se está combatiendo el narcotráfico. Hace 40 años había mucha mas aviación regional y privada que la que hoy tenemos.
Que Medellín es la única ciudad del país que cuenta con dos aeropuertos comerciales, dice Juan Carlos como sugiriendo que es un desperdicio. Yo le pregunto: ¿Sabe usted con cuántos aeropuertos cuentan Nueva York, París o Río de Janeiro, para poner solo unos pocos ejemplos?
Medellín disfruta el tener dos aeropuertos comerciales, entre ellos uno para operaciones regionales en el área urbana, como cualquier ciudad que se respete en un país desarrollado. El volumen de tráfico aéreo del Olaya es el segundo más alto del país, lo que sustenta que no es un desperdicio y que sí es un disfrute para sus ciudadanos. Cerrarlo sería otro atentado contra el progreso, que lamentarían nuestros hijos y nietos.
El JMC, por su parte, es un aeropuerto limitado. El viento cruzado permanente, su gran altura sobre el nivel del mar y su microclima de frecuente bruma densa matutina lo hacen limitado en operaciones. En este momento no podría recibir la operación del Olaya y la construcción de una nueva pista y el acondicionamiento para operaciones como las privadas y las de escuela tendría un costo exagerado por la topografía del terreno y el costo actual de la tierra en el sector.
Por el contrario, ahora deberíamos estar pensando en la reapertura de las pistas que se han cerrado como las de Santa Fe de Antioquia, Andes y Carolina, porque el país necesita conectividad para su progreso y la aviación es una solución ideal, considerando su complicada topografía. Si seguimos apoyando argumentos como el expresado en esa columna, ¡cerremos también el metro porque Medellín es la única ciudad del país que lo tiene!”.