La Silla Siesta, diseñada hace 50 años por Óscar Muñoz (Medellín, 1944), que fue un éxito en ventas de la empresa entonces llamada Manufacturas Muñoz, se encuentra actualmente exhibida, con todo el reconocimiento de una obra maestra, en el MoMA, el Museo de Arte Moderno de Nueva York que es uno de los recintos más importantes del arte contemporáneo, clasificado entre los museos más visitados del mundo.
Quizá uno puede preguntarse cómo es posible que una silla se exponga al lado de La noche estrellada de Van Gogh y de Las damiselas de Avignon, una de las obras maestras de Picasso. En efecto, sabemos que, a lo largo de su historia, los museos de arte se llenaron de pinturas y esculturas, pero no de muebles que no parecían tan importantes y que, en el mejor de los casos, encontraban su lugar en los museos de historia o en los palacios. La situación empezó a cambiar cuando se crearon los museos de artes decorativas, pero, como su nombre lo indica, esos objetos eran mirados como algo menor, más decoración que arte, producto de la habilidad manual de los artesanos. Pero, en realidad, en las décadas finales del siglo XIX sus creadores reivindican su condición de artistas y, de hecho, seguimos conociendo ese momento como el Art Nouveau, un arte nuevo.
Sin embargo, el salto definitivo es el surgimiento y consolidación paulatina del diseño y, de manera más específica, del diseño industrial. En ese momento se produce un choque absurdo entre arte y diseño, cuando las viejas tradiciones académicas insistían en considerarlo como una mera técnica mecánica, al margen de los intereses artísticos. En realidad, lo que hacían movimientos como la Bauhaus en Alemania, desde 1919 hasta 1933, cuando el ascenso del nazismo la eliminó del mapa cultural y social, iba más allá del interés de crear obras de arte. Lo que buscaban era forjar las condiciones de una ciudad y una sociedad moderna, habitable y racional, equitativa en la medida de lo posible, a partir de proyectos para satisfacer necesidades específicas. Ello implicó cambiar el urbanismo, los edificios, las casas, los muebles, los utensilios domésticos y hasta el vestuario. A diferencia del Art Nouveau, que tenía una raíz de manualidad artesanal que lo llevó a extenderse por todo el mundo, ahora se parte de una base industrial que, al menos durante cierto tiempo, estará limitado a los países más desarrollados. En esa idea del diseño, lo funcional y lo estético, el arte y la tecnología, la producción en serie y la creatividad se unen para hacer más grata la vida de la gente. En definitiva, no se trata solo de producir objetos sino de desplegar una nueva concepción de la realidad.
“Forjando la modernidad: diseño en América Latina, 1940 – 1980” es el título de la muestra del MoMMA donde se expone la Silla Siesta de Óscar Muñoz. Se reconocen allí los mismos objetivos de modernidad y la identificación de un período en el cual nuestros países dan un salto en su desarrollo.
La Silla Siesta pertenece a una sociedad nueva que tiene nuevas formas de vivir. No está pensada para los espacios casi inmodificables de la casa tradicional con sus pesados “muebles inmóviles”, sino que es el resultado de un diseño ligero que se adapta a recintos más pequeños y variables. No nos obliga a tenerla siempre presente, sino que puede plegarse y hacerla desaparecer con facilidad, lo que significa que se integra en ambientes que se transforman de manera permanente.
Aquí la belleza no es una carga que se sobrepone al objeto a través de agregados decorativos o de aquellas complicaciones formales que muchas veces hacen incómodos y poco prácticos los muebles antiguos. Por el contrario, la belleza de la Silla Siesta radica en la adecuación perfecta entre sus formas claras y simples y su sistema de manejo, con la finalidad para la cual es creada o, dicho de otra manera, con aquel propósito de vida más grata al cual se dirige. De extraordinaria ligereza y simplicidad de líneas, cubre con solvencia toda la gama desde una silla habitual hasta una especie de cama de descanso, en un contexto doméstico funcional y moderno.
Ya no se produce la Silla Siesta, pero seguramente muchas personas todavía la disfrutan. Convendría pensar que, al igual que muchos de los objetos que nos rodean, esta silla hace nuestra vida más grata y, en definitiva, más humana.