Es muy válido preguntarse cómo habríamos (sobre)vivido la pandemia si hubiera ocurrido en un año anterior a 2020. Quizá sin WhatsApp, sin Zoom, sin apps de mensajería y pagos, sin Bluetooth y en general sin otras tantas plataformas tecnológicas que nos han permitido mantener vestigios de normalidad en nuestras vidas personales y laborales.
Sin duda el golpe a la economía y a la vida de las personas habría sido mucho más fuerte. La posibilidad de confinamiento en casa se habría reducido al mínimo y los contagios y las muertes serían sustancialmente mayores.
Y la vacuna, que al parecer nos llegará en 2021, tardaría varios años más…
Sin ir muy lejos, si no fuera COVID-19 sino COVID-17, es decir, de haber ocurrido dos años antes, esta crisis nos hubiera agarrado en plenas elecciones presidenciales. No se habrían hecho reuniones y manifestaciones típicas de campaña, y habríamos tenido que mantener estricto distanciamiento social el día de las votaciones.
Por salvar el país de una desastrosa experiencia petrista, es fundamental que nos llegue la vacuna a la mayor brevedad posible
Resultado probable, una abstención radicalmente superior a la habitual. Y casi seguramente la Casa de Nariño tendría hoy otro inquilino. Colombia estaría en una situación desesperada, mucho más cerca de Venezuela y Nicaragua. El desorden sería, aún hoy, mayúsculo.
Es decir, 2020 seguramente no fue el peor año posible para experimentar COVID-19 en Colombia.
Pero, ¿qué pasa si para las elecciones de 2022 el país aún no ha logrado superar la profunda crisis económica y de desempleo? ¿Si llegamos a las próximas elecciones sin estar ya claramente en la curva de ascenso y recuperación, así nos falte aun un buen trecho para recuperar el nivel de 2019?
Si así ocurriera, habría campo abonado para ese populismo izquierdoso e irresponsable que ciertamente utilizaría el discurso de culpar al gobierno saliente de todos los problemas del país, COVID incluido. Apelando con gran facilidad a la urgencia de cambio que sentiría la mayoría de la población.
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Porque ese es un problema de la democracia: que si las cosas no van tan bien, la mayoría de los votantes siente que todos sus males son causados por lo que hizo o dejó de hacer el gobierno que termina. Y que la redención vendrá, por fin, si hay un cambio inmediato y radical de presidente.
Entonces, no solo por recuperar en el corto a mediano plazo el empleo y la economía en general, sino por salvar el país de una seguramente desastrosa experiencia petrista, es fundamental que nos llegue la vacuna a la mayor brevedad posible.
No podemos acercarnos a 2022 sin este salvavidas, por pura supervivencia humana y de país.