En esta época, en la que tanto se habla de la importancia del ser, hemos llegado al punto de cuestionar, minimizar, criticar y hasta satanizar el “hacer”; y creo que, tampoco, se trata de eso. El problema no es el hacer, el problema es nuestro vicio de llevar todo al extremo.
El problema fue que nos montamos en una espiral de “hacer, hacer, hacer”; hacer cada vez más, hacer todo el tiempo, y reducir nuestro valor como personas a ese hacer. El problema es pensar que somos solo lo que hacemos, que tenemos que estar todo el tiempo haciendo para valer, y que mientras más hagamos, más valemos.
El hacer per se no es un problema ni mucho menos, en gran medida materializamos el verbo vivir a través del “hacer”, a través de distintas acciones y verbos. Vivimos siendo y haciendo, no es la una o la otra, son las dos. Vivir no es meramente un acto contemplativo, no consiste únicamente en presenciar nuestra existencia y nuestro alrededor en quietud y silencio -pero sí que es necesario e importante tener momentos para esto-.
Cuando pensamos en vivir, no pensamos únicamente en estar vivos, ¿o si?, pensamos en todo lo que hacemos en y con nuestra vida, tanto para sobrevivir como para disfrutarla y darle sentido: movernos, conversar, conocer, aprender, jugar, compartir, interactuar con otros y con todo lo que nos rodea; crear, trabajar, producir, trazarnos metas y propósitos y hacer diversas cosas para alcanzarlos.
El problema no es “hacer” sino creer que no está permitido parar de hacer, es haber llegado al punto de sentir culpa por descansar, sentir ansiedad al momento de no ser productivos y creer que nos tenemos que ganar y merecer las horas de sueño y/o de disfrute cuando éstas son una necesidad y un derecho, no un premio ni un lujo.
El problema es creer que si trabajamos doce horas al día somos más valiosos que si trabajamos ocho, que si tenemos tres títulos valemos más que si tenemos uno, que si ganamos veinte pesos valemos más como personas que si ganamos diez, y así sucesivamente.
Sí, hay contextos donde es necesaria la productividad, pero eso es muy distinto a reducir el sentido de la vida y el “propósito” de las personas a ser productivas. Sí, hay situaciones específicas donde se evalúa de acuerdo a unos criterios si una persona u otra es más idónea para X o Y; pero eso es MUY distinto a decir que una de ellas vale más como persona que la otra y por ende, que merecen ser tratadas distinto.
Como tendemos a ser no sólo dicotómicos sino pendulares, luego de habernos ido al extremo del “hacer” -y precisamente por haberlo hecho- pareciera que ahora nos volcamos al otro extremo. En diversos contextos aparece la invitación a parar de hacer y el llamado al trabajo del ser, pero parece que definitivamente se nos dificulta movernos por el camino del medio. Vivir y autorrealizarnos consiste en hacer y ser, no es lo uno o lo otro sino la integración de ambos. Somos el conjunto y la totalidad de lo que sentimos, lo que creemos, lo que llevamos a cabo -y lo que no- , lo que fuimos, lo que queremos, etc. Habrá momentos para elegir privilegiar lo uno sobre lo otro y para esto se requiere sabiduría, pero finalmente la vida misma después de todo consiste en una dialéctica entre ambas.