Sacrificar un mundo por pulir un verso

Las vías del Suroeste antioqueño son una metáfora perfecta de Colombia, viñetas que reflejan con precisión el espíritu real de nuestro país. País que, a pesar de tener tanto a su favor, no es capaz de avanzar de verdad. 

Lea más columnas de Juan Carlos Franco.

Como en los videojuegos, nos la pasamos tratando de superar el nivel actual, pero casi nunca lo logramos. Pegamos en el palo. Aparece el ogro malo y nos golpea con su garrote. Matamos el tigre y nos asustamos con el cuero.

Veamos: Colombia invirtió billones y billones en desarrollar una nueva generación de proyectos viales denominados 3G, 4G, ahora incluso 5G. Como para pasar al siguiente nivel en nuestro videojuego. A ver si por fin superamos esta edad oscura en la que cualquier lluvia genera derrumbes, bloqueos, pérdida de banca, muertos, etc.

En los gobiernos anteriores, el país por fin se puso las pilas: definió prioridades y seleccionó tramos viales críticos para el futuro del país. La mayoría de doble calzada, como cualquier país con un mínimo de seriedad.

También modificó los sistemas de contratación para eliminar anticipos y corrupción, y configuró un programa de concesiones que le ha permitido al país no tener que poner dinero para la construcción de estos megaproyectos, críticos para el desarrollo de las regiones.

En Suroeste, sin embargo, no fue posible tanta felicidad. La obra Pacífico 1 desde hace 8 meses está lista en un 99 %, pero el 1 % que falta tomará varios años. Y eso si hubiera ganas por parte del perverso gobierno actual, que cree, sin avergonzarse, que el pueblo no merece buenas vías porque, no lo permita Dios, también podrían beneficiar a los ricos.

Y podrían haber abierto hace tiempo un tramo muy importante de 12 Km, pero la ANI se niega a recibir la obra porque hay un trecho de 400 m que solo tiene calzada simple. No importa que los restantes 12 Km estén perfectos, con su exquisita doble calzada digna de país desarrollado; quizá en el contrato hay algún inciso que le permite a la ANI dilatar su recepción y, como si fuera su objetivo, extender el sufrimiento de la gente.

Recibir y abrir ese tramo ya le ahorraría a miles y miles de viajeros y transportadores el difícil paso por La Albania, que pone en riesgo sus vidas con cada aguacero. O por Fredonia, vía que se sigue desbaratando por fallas geológicas. O por La Pintada, repleta de curvas y camiones. Pero esos argumentos son débiles frente a la omnipotencia del contrato, que al parecer no hay manera de ajustarlo a la realidad de la vida.

De otro lado, la utilidad de las vías maravillosas de Pacífico 2, entregadas hace 3 años, es muy precaria al no poder conectar con Pacífico 1. Igual ocurre con Pacífico 3, entregada a comienzos de este año.

Pero no, fieles a nuestro estilo de siempre, escudados en que lo contratado jamás podría modificarse, nos empeñamos en no avanzar de nivel en nuestro videojuego. Y con este gobierno, tal vez nos devolvamos 3 o más niveles.

Como decía hace más de un siglo el poeta modernista payanés Guillermo Valencia, los colombianos sacrificamos un mundo por pulir un verso. 

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