/ Carlos Arturo Fernández U.
En el siglo pasado se impuso la idea de que las obras debían apreciarse de forma directa, limitándose exclusivamente a la obra misma que, de esta manera, reivindicaba su independencia frente a cualquier otro fenómeno social, cultural o artístico.
Como pasa en toda decisión, ello tuvo consecuencias positivas y negativas. Por una parte, fuimos capaces de entender y disfrutar más del arte sin quedarnos enredados en los motivos políticos, religiosos u de otros órdenes que determinaron su realización. Pero, por otra parte, no tan positiva, en cierto sentido el arte acabó encerrado en una dimensión metafísica en la cual sólo interesaba la experiencia estética, accesible apenas para quienes fueran capaces de desligarse del resto de la realidad para entrar en la torre de marfil del arte.
Sin embargo, en las últimas décadas se plantean cada vez con más insistencia otros aspectos del universo artístico, tales como su dimensión urbana, sus raíces antropológicas, las formas en que lo percibimos, su historia y sus motivaciones. Y queda claro, por supuesto, que casi nada de eso se puede alcanzar por la pura experiencia aislada del arte porque, en definitiva, la obra son también sus contextos.
Frente a esta escultura “Sin título”, de Ronny Vayda, realizada en bronce y cristal, de 57 por 57 por 46 centímetros, podemos dedicarnos a un análisis estrictamente formal, que destaque las relaciones de los planos creados real o ilusoriamente por los elementos metálicos, o revise la lógica de esa estructura generada siempre a partir de ángulos rectos. Y no se trata de limitarse a una mirada racional; en efecto, también la obra puede llevarnos a percibir intuitivamente los valores de la relación entre el metal y el cristal, con la paradoja de un material frágil y traslúcido que parece soportar el peso físico y simbólico del bronce. Un análisis de este tipo, limitado a una obra, permite que nos aproximemos a los intereses del artista de una manera concentrada y concreta.
Pero también es posible afirmar que la obra de arte es mucho más que su pura concreción; más bien, es una especie de corte dentro de un proceso, un corte que sólo permite descubrir su riqueza si se vincula con todo el contexto de su creación. Y es en ese sentido que la obra de Ronny Vayda puede servir para avanzar alguna idea sobre la apreciación de las obras de arte.
Cuando observamos la escultura “Sin título”, de Ronny Vayda, no podemos dejar de pensar en la amplia serie de sus trabajos urbanos. Se trata, por supuesto, de trabajos distintos a la pequeña obra del Museo de Arte Moderno (Mamm), no sólo por el uso de los materiales sino también por la relaciones con el espacio y la arquitectura.
No podría decirse que “Sin título” sea una especie de maqueta destinada a la creación posterior de un trabajo de gran formato. Pero sí puede explorarse la ruta inversa: “Sin título” vive también del poder arquitectónico de las obras urbanas de Ronny Vayda que encontramos cotidianamente en distintos lugares de la ciudad. Aquel conocimiento anterior determina la experiencia de esta pequeña escultura y, al mismo tiempo, nos permite comprender que la obra de arte va siempre más allá de sus límites físicos y se abre a todo un universo de vida y de sentido.
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