Con esta frase, Salomón Borenstein, chef y propietario de Osea, anunció el cierre del restaurante al frente del cual lleva casi cinco años.
Por Claudia Arias Villegas / [email protected]
“El 31 de diciembre celebraremos a Osea, lo bueno que nos dio, la oportunidad de compartir”. Salo está triste, aunque liberado; operar su restaurante ha sido un reto que le deja aprendizajes, un gran equipo y unos clientes que ya lo extrañan como se lo expresaron ante el anuncio del cierre del formato actual con su “We are going dark for now”.
En inglés, sí, porque Salomón, de padres colombianos, nació, creció, estudió e inició su carrera en EE.UU. Artista plástico y cocinero, se dedicó primero al pincel y la fotografía, aunque siempre disfrutó cocinar, y en esas andaba en París cuando por azares del destino, y con ganas de estar cerca a sus papás, de regreso en Colombia, decidió darse una oportunidad en Medellín.
Abrir Osea fue una aventura, ni él entendía a los clientes, ni ellos lo entendían a él, pero “fuimos creciendo juntos”. Al inicio cambiaba carta cada 15 días, luego anduvo con más calma, siempre un poco cuesta arriba.
Insistió con pasión, pero entonces una enfermedad que padecía su padre hace años se lo llevó y de paso Salomón terminó con su novia… sintió que su vida estaba “en una transición poderosa”. Lo meditó antes de hablarlo con su equipo y anunciar el cierre a fin de año.
Aún no sabe qué hará: pero Osea no muere, Salo lo tiene claro: “finalizar algo no es fracasar, es una oportunidad si lo tomas para crecer”. Lo extrañaremos, sí, pero cuando se toman decisiones pensadas, con amor y perspectiva, es más la alegría por aquellos a quienes se admira. Vuela Salo.
“Al final no tenía energía para luchar más… a la gente podrá o no gustarle mi cocina, pero no podrán decir que no lo hacíamos con el alma”.