Como están las cosas (tanta gente consumiendo tantísima carne), es posible afirmar que quien elimine la carne de su dieta le estará haciendo un favor al planeta: compensará el abuso de otros, evitando una mayor intensificación de la crisis climática y de la pérdida de biodiversidad.
Claro, a muchas personas se les hace imposible la vida sin chicharrón, pollo asado, trucha frita o sancocho de res. A ellas hay que decirles que, si no logran prescindir de la carne, un muy buen comienzo es reducir su consumo paulatinamente, hasta llegar al mínimo posible (que puede ser cero).
Eso ya es un gran avance, sobre todo si, al consumir lo poco que se coma, se busca que el impacto sobre el ambiente sea mínimo y que el trato dado a los animales no solo no sea cruel, sino que se priorice su bienestar (aquí la discusión ética es profunda, porque en la ejecución del animal ya puede verse un “crimen”). Y, claro, consúmase carne o no, es importante velar por una buena nutrición.
Reducir el consumo de carne (o dejar de comerla) no implica dejar de disfrutar de la buena comida, ni gastar grandes cantidades de dinero.
Recomiendo (¡sin que me paguen, solo por beneficio del planeta!) tres lugares en el corazón de El Poblado que ofrecen comida deliciosa, sin nada de carne, y a muy buen precio: Dharma y Helecho, en los alrededores del Parque, y Veg Station sobre la 10 (antes de llegar a la carrera 35). ¡Conózcanlos!