Si esos habitantes del futuro pudieran trasladarse a hoy, harían lo posible por cambiar la manera irresponsable en que usamos los recursos naturales de hoy. Como si fueran infinitos.
¿Si le pidieran escoger entre hacer algo que salvaría de la muerte a diez personas hoy o hacer alguna otra cosa que salvaría a cien personas dentro de cien años, por cuál se inclinaría?
Si usted es como la mayoría, seguro escogería la primera. Quizás porque las diez personas de hoy son seres de carne y hueso, tienen cara, tal vez las conozca… Y, quién quita, podrían reclamarle si escoge a los cien del futuro. Usted, probablemente, cargaría con gran culpa por el resto de su vida.
En cambio, esas cien personas del futuro, digamos del año 2120, hoy no han nacido. Tal vez ni siquiera sus padres. Son solo abstracciones. Usted, lector de hoy, tiene baja probabilidad de conocerles la cara y jamás escuchará sus quejas.
Es más, las personas del futuro que usted decidió no salvar, podrían ser sus descendientes directos. Sus tataranietos o bisnietos. O incluso nietos, ya de avanzada edad. Pero igual, usted ya no estará con ellos.
Y si esa indiferencia se siente a título personal, aún peor si la responsabilidad es de la sociedad entera. Es de todos, pero no es de nadie.
El hecho es que muchas cosas que usted y yo hagamos hoy, las afectarán. Algunas de manera grave. En especial las relacionadas con el cambio climático y la huella de carbono que vamos dejando en el mundo.
Siguiendo con la ficción, si esos habitantes del futuro pudieran trasladarse a hoy, harían lo posible por cambiar la manera irresponsable y derrochona en que usamos los recursos naturales de hoy. Como si fueran infinitos.
Y nosotros, avergonzados, les diríamos que lamentamos sus malas vidas, pero es que no podemos dejar de pensar en el corto plazo, pues hoy difícilmente sobrevivimos.
Nos pedirían que dupliquemos ya el precio de la gasolina. Y que tripliquemos el de los vehículos. Y que no quememos más carbón, ni tiremos más plástico ni perdamos un centímetro más de selva.
Y les diríamos que imposible, pues todo se volvería demasiado caro, o dejaría de funcionar. Para no hablar del hambre y el desempleo, o los paros y las protestas que tumbarían gobiernos en todo el mundo.
Bueno, y si finalmente quisiéramos hacerlo, ¿cuánto dinero deberíamos invertir hoy para que a esos humanos del futuro les toque un planeta similar en temperatura al que tenemos hoy? Los cálculos fluctúan entre 5% y 20% del PIB mundial, cada año…
Salvar el futuro nos sale demasiado caro. De verdad lo lamentamos mucho, estimados -y muy desafortunados- cien descendientes.
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