/ José Gabriel Baena
En medio de un trabajo extenso sobre el temible califato de Isis –o Estado Islámico de Irak y Siria–, me detengo, y a riesgo de que me acusen de estar enajenado o entrometido en asuntos extranjeros en vez de ocuparme del POT, por el cual me entero de que en Medellín hay “llanuras”, me detengo, digo, en el significado histórico de Raqqa para ese movimiento fundamentalista.
Raqqa, hermosa y dura palabra, es una ciudad fundada en el año 246 antes de Cristo, en la ribera norte del río Éufrates –en Irak–, y a unos 150 kilómetros de la antiquísima Aleppo –Siria–, y, para dar señas más reconocibles, fue la capital del Califato Abbasida durante el reinado de Harun al–Rashid, sí, el mismo califa a quien la bella y astuta Scherazada le contó los cuentos de Las mil y una noches. La ciudad ha pasado pocos tiempos felices y sí muchísimos de guerras, hasta el sol de hoy. Fue fundada con el nombre griego de Callinicus –la bella–, que conservó durante ocho siglos. En el año 542 d. C. fue destruida por el rey persa Shahanshah Kushrau, y luego reconstruida por el emperador bizantino Justiniano –cristiano–. En ese siglo sexto fue la capital del monasticismo asirio, con Zaqueo como el más renombrado de sus santos. En el año 639 los musulmanes conquistaron Callinicus y la nombraron Raqqa. En el siglo 9 fue el asiento del patriarcado sirio de Antioquía. La importancia de Raqqa fue creciendo entre más guerras y guerras la asolaban, y se consolidaba, para su pesar, como el cruce de los bélicos caminos entre Siria e Irak, y de allí partía la ruta hacia Damasco, a la que opacaba. Entre finales del siglo 10 y principios del 12 fue controlada por las dinastías beduinas, bajo cuyo régimen experimentó lo que se llama su segundo florecimiento. Pero durante las guerras contra los mongoles provenientes del Lejano Oriente fue nuevamente destruida, y todos sus habitantes acuchillados en 1228. Raqqa figura en los registros históricos como puesto aduanero otomano sobre el Éufrates en el siglo 16. A mediados del 17, cuenta el ilustre viajero Celebi, solamente se avistaban tiendas árabes y turkomanas cerca de las ruinas. Fue parcialmente restaurada en 1683 y fungió como centro de los establecimientos tribales otomanos. Desde 1864 es puesto militar, parada de nómadas árabes y de chechenos refugiados de las guerras del Cáucaso de finales del siglo 19. En el siglo 20, después de la Segunda Guerra Mundial, Raqqa experimentó un crecimiento sin precedentes por el boom del algodón, producto que es todavía el principal del territorio. La ciudad tiene hoy unos 220 mil habitantes.
En marzo de 2013 Raqqa fue tomada por las fuerzas fundamentalistas de la Yihad islámica, que desde el inicio de “la guerra de Irak” en 2001 se han fortalecido como el principal enemigo de la civilización, según Obama El Retardado, y la declararon capital del Estado Islámico de Irak y Siria, gobernado en la sombra por el Califa Abu Bakr al–Baghdadi. Se presume que es allí donde están decapitando a los rehenes occidentales, para espanto de quien presencia sus asesinatos en internet. En el momento de escribir este artículo se han tomado a Kobani, en la frontera turca. La bandera negra de Isis flamea ahora desde casi Bagdad y hasta casi Damasco. Centenares de miles de personas han sido sacrificadas en la ruta, esclavizadas, violadas, y otras tantas han perdido sus hogares. “Sólo Alá es Dios y Mahoma su mensajero” dice el letrero en la insignia, sobre el fondo negro que significa el vacío, la nada, el abismo. ¿La guerra del fin del mundo? Creo que sí.