No se ve nada fácil para Anglo Gold Ashanti contrarrestar el efecto mediático de las disyuntivas, exageradas o no, de “cobre o agua”, “codicia o amor por la tierra”.
Qué difícil se ha vuelto la vida para las grandes empresas mineras. A pesar de que cada día son más conscientes de su responsabilidad ambiental y social, también cada día encuentran nuevos obstáculos para desarrollar sus proyectos.
Actualmente se debate con inusual vehemencia el proyecto Quebradona, mina de cobre subterránea ubicada en el municipio de Jericó y propiedad de la minera surafricana Anglo Gold Ashanti (AGA). Solo faltaría gestionar y obtener licencia ambiental para iniciar su explotación.
Explotar este yacimiento, según AGA, traería enormes beneficios económicos al municipio y a la región. Empleo para los locales, regalías, impuestos, infraestructura, valorización de predios…
Pero, qué difícil está resultando convencer a la comunidad y a sus líderes de que el profundísimo hueco que quedaría en la parte alta al terminar la explotación, cuya área superficial -según la propia AGA- mediría más del doble del casco urbano de Jericó, no tendría efecto notable sobre los acuíferos de la zona.
Que no bajaría el nivel freático ni se tragaría nacimientos de agua vitales para la agricultura y la ganadería.
Qué difícil convencerla de que el depósito de relaves secos, ubicado en la parte baja y donde se acumularían los sobrantes sólidos una vez extraído el cobre -y que al final mediría más de cuatro veces el casco urbano- nunca jamás, ni siquiera en un sismo, se va a desestabilizar y descargar material tóxico al Cauca o quebradas aledañas.
Más difícil aun convencerla de que Jericó y Támesis pueden tener vocación minera en paralelo, y no en detrimento, de su vocación ancestral agropecuaria. Que la mina de cobre puede traer más y mejores empleos y progreso más armónico que la ganadería y el cultivo de aguacates, cítricos, gulupa, etc.
En cuanto a los efectos económicos y de valorización, no se ve nada fácil contrarrestar el efecto mediático de las disyuntivas -exageradas o no- de “cobre o agua”, “codicia o amor por la tierra”.
También se ve cuesta arriba para AGA hacer escuchar su voz -que es la de una multinacional seria, pero con dificultades de imagen fácilmente destacables por sus críticos- por encima y en contra de la voz de los alcaldes y líderes de la región. Peor aun, en época electoral defender el proyecto seguro no atraería tantos votos como atacarlo.
Y además, en contravía de un acuerdo municipal, aplicable o no, que expresamente prohíbe minería metálica en territorio de Jericó.
Está cerca ya la decisión de la ANLA. ¿Otorgará la licencia ambiental y empezará en forma la explotación del yacimiento?
No, no se ve nada fácil. Mejor no. Es que el mundo cambió…