Qué noche la de esa noche

Nunca fue tan evidente la oscuridad que a pasos largos se apodera del mundo, como en el Debate del 27 de junio. Publicitado al estilo de un match de boxeo, suscitó la atención, no sólo de Estados Unidos, sino de Occidente entero y, seguro, de buena parte de los países del Este, donde muchos de sus gobernantes –Putin, Kim Jong-un, Xi Jinping…- se debieron gozar, apoltronados en sus poderes amenazantes, los noventa minutos más desafortunados que la primera de las potencias mundiales haya protagonizado en tiempos recientes.

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De un lado del cuadrilátero, el candidato decrépito, Joe Biden, que insiste en que su alarmante situación fue sólo producto de una mala noche y, del otro, el candidato convicto, Donald Trump, que insiste en que los treinta y tantos cargos que carga sobre la espalda son tonterías de la justicia. Ambos entraron al combate noqueados. (Hubo perdedor, pero no ganador). Saber que en los guantes de este o aquel estarán las riendas de la nación, debe tener a George Washington con los cachumbos de punta. Y a los electores con tremenda encrucijada en el alma: escoger entre dos males. (Si sabremos los colombianos de qué va el asunto…)

Más allá de lo caricaturizable que fue la conversa o, mejor, los monólogos paralelos, resulta muy significativo que sólo podamos referirnos a la forma. Resumir el contenido es imposible, no hubo sustancia; ni siquiera rozaron ciertos temas sensibles que desvelan a los norteamericanos y a la comunidad internacional. Era más urgente para los vejetes, aclarar cuál juega mejor al golf. ¡Qué par de estadistas! 

El llamado “sueño americano”, está a punto de convertirse en pesadilla global, sabemos que todo lo que sucede arriba del Río Bravo, repercute en el continente, en el hemisferio, en el planeta. ¿En manos de quién estamos y en mano de quién estaremos? En las de un gulliver arrogante, delincuente y mentiroso crónico –dicen que, en promedio, soltó una falacia cada tres minutos- o en las de un hombre bien intencionado –tres años mayor que el contrincante-, a quien la edad se le vino encima/ sin carnaval ni comparsa, cantaría Piero. Camina lento, habla lento, piensa lento, reacciona lento, ¿gobierna lento? Aferrarse a la posibilidad de un próximo cuatrienio es una quimera insostenible –lo demostró- que podría convertirlo en jefe de campaña del que camina como pato, tiene boca de pato y se llama como un pato. 

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La revista inglesa The Economist se sumó a grandes periódicos norteamericanos que han pedido a Biden retirarse –The New York Times, Boston Globe, Washington Post…; la cadena CNN, anfitriona del evento- y descalificó a Biden con crudeza: “Fue una agonía ver a un anciano confundido luchando por recordar palabras y hechos… Pero la operación de su campaña para negar lo que decenas de millones de televidentes vieron con sus propios ojos es más tóxica, porque su deshonestidad provoca desprecio”.

¡God save the world!, la noche que está viviendo es oscura y larga.

ETCÉTERA: No sé si el fin de la humanidad está cerca, como sostiene el escritor, Fernando Vallejo. Lo que sí sé es que la carga de profundidad que arrojó el tal debate no se puede ignorar. En medio del desajuste universal que atravesamos, los grandes líderes son especie en vías de extinción. ¿Dónde, cuándo y cómo se echaron a perder?

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