“Las personas impuntuales son más exitosas y creativas”.
¡Leíste bien! Así titularon en 2018 varios medios de comunicación los resultados de un estudio de la Universidad Estatal de San Diego. En la práctica, ¿es real?
En la larga lista de clasificaciones para ser exitoso que se publican en redes sociales hay tres que suelen hacerme ruido: “las personas impuntuales son más creativas”, “dejar la cama destendida puede ser bueno para tu salud” y “las personas desordenadas son más inteligentes”.
Sin duda alguna, la que más aturdida me ha hecho sentir aturdida es aquella que dota de cualidades la impuntualidad, buena costumbre que me enseñaron desde muy pequeña y que hoy pareciera ser sinónimo de palabras clasificatorias como “aburrida”, “psicorrígida” e incluso “arcaica” y “convencional”.
Según un estudio publicado por la Universidad Estatal de San Diego en 2009, y que se ha hecho viral en reiteradas ocasiones gracias a los amplificadores de medios de comunicación como la revista Muy interesante, las personas impuntuales son más exitosas, creativas, multitareas y optimistas que quienes nos dejamos manejar por las manecillas del reloj. Afirman que este tipo de personas pierde la noción del tiempo porque se aleja del estrés y de la angustia, lo que le permite ser más creativa y dispuesta al cambio.
Pueden tener la razón. La impuntualidad ha sido, incluso, ama, señora y fuente de inspiración. Sobre los cuadernos de notas de cientos de lectores, por ejemplo, reposa una frase célebre del escritor Oscar Wilde que afirma: “la puntualidad es el ladrón del tiempo”. También en Google.
Y sí… el tiempo puede ser el todo; pero, también puede ser la nada. No obstante, convencida por vida, crianza y práctica de que llegar a tiempo es un acto esencial de respeto frente al otro, prefiero, según estos estudios, ser clasificada como perdedora y poco creativa. También socialmente, como me lo han recordado: “promotora de la falsa superioridad moral”.
Me quedo con la etimología de la palabra que, definida desde el punto y desde la marca, nos invita a llegar en punto al instante, ese segundo de la vida en el que algo puede convertirse en historia universal. Esa fracción en la que en muchas ocasiones he logrado la alegría que incluso entre la planeación trae la casualidad.
Al final de cuentas, como nos recuerda la película La burla del diablo (1953), del director estadounidense John Huston, “El tiempo. ¿Qué es el tiempo? Hecho por los suizos, malgastado por los italianos… En Estados Unidos es dinero, en la India no existe. Te digo, que el tiempo es un ladrón”.