¿Pro-mover lectores?

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Y, dicho con todo respeto, los pro-motores de lectura parecen vendedores de ataúdes azuzando al moribundo a dar el paso hacia la lectura obligatoria

/ Esteban Carlos Mejía

¿Para qué las pro-mociones de lectura? ¿Quién gana y quién pierde con pro-mover lectores? Hablo de lecturas de ficción. Y parto de un axioma: la lectura es la forma más sofisticada, individual y silenciosa del ocio. Leemos para dejar de ser lo que somos. Así, cuando leo, momentáneamente dejo de ser Esteban Carlos Mejía para volverme el príncipe Andréi Bolkonsky en Guerra y paz, de León Tolstói, o el poeta García Madero en Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño, o incluso la cándida Madame Bovary, de Gustave Flaubert. Ilusiones efímeras, pero exquisitas. ¿De veras hay que pro-mover esa dicha? Si alguien no quiere leer ¿debemos someterlo a la tortura de la pro-moción?

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Harold Bloom, el legendario crítico literario estadounidense, antiacadémico como él solo, sostiene que “la lectura cuidadosa y escrupulosa, desinteresada” es un arte que agoniza. Y, dicho con todo respeto, los pro-motores de lectura parecen vendedores de ataúdes azuzando al moribundo a dar el paso hacia la lectura obligatoria. ¿Leer por obligación? A menos que sea el manual para armar una bicicleta de spinning o un folleto con las instrucciones de uso del dvd, las lecturas, a mi leal saber y entender, deben ser por placer… ¡Ay, Benjamin Franklin! Por descuido se me salió ese “deben ser”, te lo juro. Corrijo, entonces: la lectura de ficciones es un placer, todo un placer, solo un placer y nada más que un placer.

* Día tras día: ¿Cuál es la efeméride literaria de esta semana? El 11 de diciembre de 1918, en Kislovodsk, Rusia, nació Aleksandr Solzhenitsyn, ganador en 1970 del Premio Nobel de Literatura en contra del, por entonces, todopoderoso Politburó del Partido Comunista de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, engendro que en paz descansa.

Al final de la Segunda Guerra Mundial, fue detenido por el Nkvd (Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos) y acusado de elogiar la vida que veía a medida que las tropas soviéticas avanzaban hacia el búnker de Hitler en Berlín. ¡Ocho años de trabajos forzados! Esas vivencias, más su inteligencia y sensibilidad, lo llevaron a relatar la historia de la Dirección General de Campos de Trabajo o Gulag. Censurado, perseguido y desterrado, Solzhenitsyn siempre escribió al escondido. Sus obras se difundían en samizdat, copias clandestinas muy rudimentarias. No quiso ir por el Nobel a Estocolmo, temeroso de que no lo dejaran volver a casa. En 1973, en París, apareció la primera parte de Archipiélago Gulag, descomunal compendio de las atrocidades del comunismo policíaco y reaccionario de Stalin & Mamertos Asociados. ¿Vendrán nuevas Gulags? ¿Islámicas, castrochavistas, neoliberales?

** Body copy: “Dalia despertó desperezándose.
-Me estás mirando como si hubiese roncado durante la noche.
-No me has dejado dormir -dije.
-Mentira. Nunca nadie me ha dicho que yo roncaba -pausa-. ¿Te gusto?
-Me gustas.
-¿Mucho?
-Mucho… considerando el poco tiempo que hace que nos conocemos.
-He decidido que me voy a Río de Janeiro contigo.
-Tengo demasiadas cosas que hacer en Río -sentí que mi voz temblaba-. Cosas muy absorbentes, no podría atenderte.
-¿Ni siquiera de noche?
-Ni siquiera de noche. A ninguna hora.
-¿Lo que tienes que hacer es tan importante?
-Leer un libro -dije.”
Rubem Fonseca, Vastas emociones y pensamientos imperfectos, 1988.
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