Después de varios años en los cuales estuvo dedicada sobre todo a la docencia universitaria y a trabajar en el terreno de la teoría y la historia del arte, Alba Cecilia Gutiérrez presenta en el MAJA, el Museo de Antropología y Artes de Jericó, bajo el título de Presencia milenaria, una exposición en la cual predominan pinturas realizadas en los últimos años. Estas obras recientes están acompañadas de otras de años anteriores que vienen a confirmar la coherencia de su trabajo, pues nos encontramos ante el análisis de problemas artísticos y teóricos sobre los cuales la artista ha vuelto de manera incesante a lo largo de su obra.
Es claro que se trata de obras que se mueven entre un cierto tipo de figuración y unas formas abstractas que nos remiten de inmediato a la arquitectura, a las artes decorativas y a las artesanías de los pueblos originarios en la América prehispánica y de sus descendientes actuales, sin que figuración y abstracción parezcan asuntos contrapuestos.
Desde comienzos del siglo pasado, muchos artistas que querían aparecer como modernos, pero sin apartarse demasiado de la tradición, optaron por geometrizar las figuras. Pero en la obra de Alba Gutiérrez se puede descubrir un interés diferente que supera la contraposición entre figuración y abstracción, porque en la simbiosis de ambas, y de la mano de nuestros pueblos aborígenes, se vislumbra la posibilidad de aproximarse a rasguñar el sentido del orden de las cosas.
Hace algunos años, la pintora publicó en la editorial de la Universidad de Antioquia el libro El artista frente al mundo. La mímesis en las artes plásticas, donde recorre un largo camino entre el pensamiento de los antiguos griegos y el mundo contemporáneo para estudiar el desarrollo de la idea de que, desde la época clásica, la finalidad esencial del arte fue la imitación de la naturaleza, lo que recibe el nombre de mímesis. Su análisis, por el contrario, le permite descubrir que, ya desde la Antigüedad, la mímesis significa que el objetivo del arte no son las apariencias de la realidad, sino que el artista, a través de la creación de su obra, que de alguna forma es paralela a las leyes de la naturaleza, se vincula con el orden universal y, justamente por eso, nos permite descubrirnos a nosotros mismos.
Danza bajo las estrellas, de 2022, genera un clima de movilidad y fiesta, sobre un fondo de variadas formas geométricas, desplegadas en franjas predominantemente horizontales. Es una mirada sobre un mundo donde los seres pueden encontrarse y complementarse.
En un contexto como el contemporáneo, donde con frecuencia prima la búsqueda de la originalidad, muchos artistas, como Alba Gutiérrez, prefieren ser originarios, recreando los vínculos con las fuentes del arte. Es evidente que la presencia milenaria a la que hace alusión el título de la muestra del MAJA no se puede identificar con el uso superficial de elementos decorativos de sabor precolombino, aunque en muchas de estas pinturas la referencia a formas prehispánicas o de la artesanía popular sea clara. Aquí el sentido de la mímesis, es decir, el tipo de vinculación con la realidad, que es el valor del arte, no tiene que ver con una copia de motivos indígenas sino con la convicción de que nuestros pueblos aborígenes querían dar forma a una visión del mundo ordenado, sostenible, permanente en el tiempo, agradable, colorido y hermoso, aunque no libre de conflictos que, sin embargo, no logran destruir el orden esencial.
De alguna manera, Alba Gutiérrez se dedica a crear una nueva mirada sobre estas manifestaciones originarias, consciente de que, a través de la reinterpretación de sus producciones artísticas, los saberes de esa parte de nuestros ancestros puede seguir enriqueciendo nuestra visión de la realidad y nuestro compromiso con la defensa del mundo en que vivimos.