En cualquiera de sus múltiples cortes y preparaciones –que a propósito la hacen un alimento muy versátil– la carne es un ingrediente que no puede ni debe faltar en una alimentación saludable y balanceada.
Su aporte nutricional, reconocido desde siempre por todas las civilizaciones, ha sido refrendado por la ciencia.
Hoy sabemos, por ejemplo, que su color rojo se debe a la presencia de mioglobina en sus tejidos, una de las muchas proteínas de origen cárnico que, al ser ingeridas por los seres humanos, nos permite gozar de un correcto y equilibrado funcionamiento de todo nuestro organismo.
Gracias a las proteínas, así como a las grasas y carbohidratos que aporta cada porción de carne sugerida (entre 50 y 175 gramos), durante milenios hemos podido crecer, prosperar y alcanzar nuestras metas. Similares beneficios se reciben por cuenta de los llamados micronutrientes que también están en la carne, necesarios para mantener nuestro metabolismo sano y que difícilmente se pueden encontrar en otros alimentos.
Aparte de agradar el paladar y contribuir a nuestra buena salud, las carnes de res y cerdo ostentan en nuestro país otra gran ventaja que celebramos sus felices consumidores: la omnipresencia en todos los comercios, sean plazas de mercado, tiendas, supermercados de barrio o grandes superficies.
Ahí está la carne, en nuestro expendio de confianza, a la mano y en excelentes condiciones de calidad, inocuidad y oferta (disponibilidad). A veces “caliente” o a temperatura ambiente, otras refrigerada (a 2º C) y congelada (-5º C), que es la manera más segura de comercializarla, transportarla y almacenarla hasta por un año después de que sale de la planta de sacrificio; eso sí, manteniendo la cadena de frío hasta su consumo final.
Dicha cadena es responsabilidad del productor, del transportador y del comerciante; también del cliente final, quien se lleva la carne a su hogar para disfrutarla en familia. En este punto sería pertinente seguir algunas recomendaciones generales. Primero, seleccionar un expendido de carnes que genere confianza por su limpieza, calidad y servicio.
Segundo, dependiendo del momento proyectado de consumo, escoger entre carne refrigerada y congelada: si es para el mismo día o el día siguiente, mejor refrigerada; si es para preparar en los próximos 3 días o más, congelada.
Si la carne hace parte de una lista extensa de compras, es mejor tomarla y ponerla al final en el carrito o la canasta, antes de pagar.
La carne congelada, contrario a lo que algunos solían pensar, no es una carne de menor calidad (vieja, seca o barata). Se trata de carne muy fresca que se ha congelado con la más moderna tecnología para garantizar su inocuidad y preservar su calidad, lo que puede comprobarse fácilmente al momento de disfrutarla en la mesa.
Antes de ello, primero es necesario descongelarla de manera adecuada. No hace falta usar el microondas o poner la carne bajo un chorro de agua o sumergirla en agua caliente. La solución es la más sencilla: pasar la carne del congelador al refrigerador un día antes de su cocción y consumo. Así mantenemos su suavidad y jugosidad.
Colombia cuenta de tiempo atrás con una eficiente oferta de carnes rojas, satisfecha tanto por productores locales como internacionales, circunstancia que facilita una amplia gama de opciones para el consumidor y que incluye cortes de cerdo y res importados desde los Estados Unidos, uno de los mejores productores globales en cantidad y calidad.
La carne estadounidense que encontramos en nuestro comercio a precios favorables, es fruto de 150 años de experiencia en producción cárnica tecnificada, todo un referente que está a la vanguardia mundial en temas tan sensibles como el uso eficiente de recursos (suelo, agua, energía), la menor emisión de gases de efecto invernadero y el bienestar animal a lo largo de la cría, engorde y transporte a las plantas de beneficio.
Con diversas certificaciones que reflejan el cumplimiento de elevados estándares, la carne de cerdo y res de los Estados Unidos pueden acreditar la utilización responsable de antibióticos y otros medicamentos veterinarios, sin trazas en el producto final; al igual que un manejo meticuloso y aséptico durante el procesamiento de este valioso alimento.
Por ley federal, en EEUU reses y cerdos no pueden ser alimentado con hormonas; además, la aplicación de antibióticos es mínima y fuertemente restringida a los medicamentos de exclusivo uso veterinario.
Los productores cárnicos estadounidenses aprendieron a hacer más con menos, adoptando los avances tecnológicos y las mejores prácticas en genética, nutrición, bioseguridad e instalaciones para los animales.
De esta manera y como sucede en otros 110 países de todo el mundo, decenas de miles de familias ganaderas y porcicultoras estadounidenses complementan la oferta cárnica nacional con carnes de alta calidad, enriqueciendo nuestro menú diario y poniéndole más sabor a nuestra calidad de vida.
¡Buen provecho!