Existen numerosos consejos para crear hábitos, libros que los refuerzan e información disponible para implementarlos. Sin embargo, ¿realmente nos sirven? Mi respuesta es: depende.
Depende del estado de salud o enfermedad en el que te encuentres al buscar dicha información.
Recientemente, atendí a una paciente que, al preguntarle por qué esta vez había logrado cambiar su alimentación y aumentar su actividad física, me respondió: “El miedo al ver cómo se estaba afectando mi memoria, el temor a estar en el camino de la demencia, después de entender que el azúcar destruía mis neuronas”.
Otro ejemplo es el de Alicia, quien durante diez años sufrió síntomas gastrointestinales, gases y flatulencias que disminuyeron su calidad de vida, al punto de evitar salir de casa por vergüenza. Un mes después de realizar cambios en su dieta, todos sus síntomas desaparecieron. Pudo volver a consumir alimentos naturales y recuperó las ganas de vivir. “Tuve que tocar fondo para tomar conciencia”, afirmó.
Depende del grado de autoobservación que tengas.
Carolina lo denominó “comida emocional” al darse cuenta de que solo consumía comida chatarra cuando estaba aburrida o estresada, canalizando su ansiedad a través de la comida. Descubrió que existían círculos que generaban demasiada presión. Al observarse y relacionar estos hábitos con el malestar físico, pudo hacer la conexión y dejar de hacerlo, tomando decisiones responsables cada día en lugar de imponer restricciones obligadas.
Depende de tu personalidad.
Un paciente me manifestó: “Entiendo lo que usted me dice, pero si entro a la cocina, mi madre se enoja y prefiero evitarlo”, comentó Andrés, de 50 años.
Por su parte, Bibiana, con una vida social activa, encontraba difícil dejar de consumir licor entre tres y cuatro veces por semana. “Rechazar lo que otro me ofrece me genera malestar, como cuando era niña y pensaba que, si no compartía mi comida, no me invitarían a jugar”.
Depende de lo que te conecta con la vida.
Roberto, quien me consultó por su adicción al dulce y había intentado múltiples dietas, se autodefinía como “desjuiciado”. Al profundizar, me contó que había tenido gemelos nacidos a las 26 semanas (prematuros) y uno de ellos falleció. Cuando le expliqué la necesidad de recuperar la microbiota de su hijo sobreviviente, expuesto durante tres meses a una incubadora, y comprendió la relación entre las alergias, intolerancias alimentarias e infecciones constantes que padecía, hizo clic con el cuidado que deseaba para su hogar y para sí mismo.
Gloria, de 74 años, con una memoria prodigiosa, contadora de profesión y aún en ejercicio como revisora fiscal y asesora tributaria, durante la consulta tuvo dificultades para recordar algunas palabras, fechas de antecedentes y dosis de medicamentos. En el examen físico, encontré un alto porcentaje de grasa visceral. Al relacionar su composición corporal con la degeneración neuronal por infiltración grasa en su cerebro, me miró fijamente y dijo: “Ha dado en el clavo, doctora. Mi mente es mi activo fijo y no quiero que se deteriore”.
Espero que en la próxima cita hayamos logrado avances. De lo contrario, puede que esta vez no lo consigamos ni ella ni yo. Sin embargo, sigo aprendiendo las mejores maneras de acompañar el proceso de transformación de hábitos de los pacientes hacia una verdadera longevidad.
Estas y muchas otras historias me han llevado a resumir cinco herramientas que he comprobado funcionan:
- Haz una lista de tus atributos físicos, mentales y emocionales actuales y proyéctalos a cinco años. ¿Aún los tienes?
- ¿Ese “yo” del futuro te produce satisfacción? Si la respuesta es sí, continúa tal cual; si es no, sigue leyendo.
- ¿Estás endeudando a tu “yo” del futuro? Postergando cambios para cuando tengas más dinero, tiempo, una nueva ciudad, un nuevo puesto, una pareja…
- Si la respuesta es no, sigue adelante; estás construyendo tu longevidad día a día. Si es sí, pregúntate cuál es tu “depende”: ¿Necesitas un cuerpo enfermo? ¿Te observas a ti mismo o culpas a los demás? ¿Por qué buscas la aprobación ajena por encima de tu bienestar? ¿Cuál es tu nivel de conexión con la vida?
- Si fallas, te fallas a ti mismo. No pienses en los demás. Cada día denomínalo “día 1”. No importa cuántas veces se repita; llegará el momento en que avances al día 2, al 3, y cuando menos lo esperes, estarás en el día que te llevará al resto de tu vida, trabajando en la máquina que tienes, la que alberga tu mente, la que no puedes cambiar en un taller, la que vino a acompañarte en este plano. Quién sabe, quizá la conviertas en el templo que es y le des el lugar que siempre le correspondió. ¡En este instante siempre te llegará la información necesaria, oportuna y eficiente para que lo logres.
- @karinamedicinafuncional