¿Por qué no soy feliz cuando obtengo lo que quiero?

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La mayoría de personas confunde la estimulación de la dopamina con la satisfacción de los opioides y se pasan la vida adquiriendo cosas, creyendo que esto les va a dar la plenitud que están buscando

/ Carolina Zuleta

¿Alguna vez has jugado a pensar qué harías si te ganaras la lotería, en qué gastarías el dinero, que cosas comprarías, a dónde viajarías? Si lo has hecho, sabes que el solo acto de desear genera energía, uno se siente alegre y con ganas de salir a conquistar al mundo. Pero también te habrás dado cuenta de que después de un rato a veces la energía baja y hasta sentimos desilusión.

Cuando deseamos, activamos los centros excitatorios del cerebro y liberamos la hormona llamada dopamina. Esta hormona nos genera sentimientos de motivación y placer y al liberarla sentimos la energía subir. Es la que nos empuja a trabajar, a conseguir lo que deseamos y a crecer. Sin embargo, la dopamina no tiene construido dentro de sí un sistema de saciedad, por lo tanto siempre queremos más y nunca estamos satisfechos.

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Nuestro cerebro tiene otro centro de placer: el centro de satisfacción, el cual se activa cuando anhelamos. Un anhelo es un deseo que sale de lo más profundo del corazón; por ejemplo, anhelamos ser escuchados, amar y ser amados, importar, tener una conexión con Dios o aprender. Mientras que un deseo es externo, un anhelo sale de nuestra esencia. Cuando anhelamos, el centro de satisfacción activa los opioides y esto nos produce una sensación de bienestar. Contrario al circuito de dopamina, el circuito de opioides tiene un sistema de saciedad, por lo tanto cuando nos enfocamos en satisfacer nuestros anhelos podemos experimentar la verdadera plenitud.

La mayoría de personas confunde la estimulación de la dopamina con la satisfacción de los opioides y se pasan la vida adquiriendo cosas, creyendo que esto les va a dar la plenitud que están buscando.

Lo que hace que estos procesos sean confusos, es que los deseos y anhelos están estrechamente relacionados: detrás de cada deseo existe un anhelo. Cuando deseamos, queremos que nuestros deseos se manifiesten ya, y casi nunca nos detenemos a pensar cuál es el anhelo detrás de ese deseo. Por ejemplo, llegamos a la casa después de un largo día de trabajo y en vez de pensar que anhelamos conexión o ser vistos, nos servimos un trago. Puede que al consumir el trago nos sintamos más relajados o alegres, pero esa es una felicidad momentánea y superficial; unos minutos después sentimos el vacío y entonces empezamos a buscar algo más para llenarlo… más licor, más comida.

Si deseas sentirte pleno, empieza a cambiar tu enfoque de lo que deseas a lo que anhelas. Es probable que al principio no sepas qué anhelas, porque nunca te lo has preguntado, pero con el tiempo vas a tener más claridad. La próxima vez que desees algo, para y pregúntate: ‘¿Qué estoy anhelando? ¿Acaso anhelo conexión, amor, o ser escuchado?’. Una vez identifiques tu anhelo, intenta satisfacerlo y en vez de servirte un trago pídele a alguien que te escuche, pide un abrazo, dale amor a alguien u ora.
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