Pola Negri, de 1974, es una pintura de Dora Ramírez (Medellín, 1923-2016), de la serie de sus Mitos que permanecía siempre expuesta en su casa y, por ello, aunque ha estado presente en algunas muestras, no es una de sus obras más conocidas. Sin embargo, el hecho de que haya querido tenerla siempre consigo, quizá podría indicarnos que le concedía un significado especial dentro de la serie de sus personajes míticos.
Frente a una obra de arte existe siempre el peligro de caer en excesos de interpretación, que acaben “encontrando” en la obra asuntos que no tienen nada que ver con ella. Pero es necesario afirmar que el análisis, en todo caso, se refiere a la obra, a lo que efectivamente podemos encontrar en ella, y no tanto a las intenciones manifestadas por el artista; en efecto, lo que revela una obra de arte no es solo lo que conscientemente quiere decir el autor cuando la está creando. Por tanto, hay que ser cuidadoso en la interpretación, pero sin renunciar a la búsqueda de posibles sentidos poéticos.
En el caso de la Pola Negri de Dora Ramírez es necesario empezar por identificar la persona, ya quizá poco conocida. Pola Negri (1897-1987), de origen polaco, fue una de las grandes estrellas del cine mudo, primero en Alemania y luego en Hollywood; la extraordinaria fuerza dramática que se le reconocía le permitió grandes triunfos en películas como La zarina y El último adiós. Igualmente famosos fueron sus romances con Charles Chaplin y, según ella afirmaba, con Rodolfo Valentino. La llegada del cine sonoro marcó su declive a causa del fuerte acento extranjero de su inglés; tras una breve experiencia en la Alemania nazi, regresó a Estados Unidos, donde vivió alejada del arte y casi oculta el resto de su larga vida.
Como hace con todos sus divos, Dora Ramírez no se contenta aquí con hacer una simple reproducción de una imagen. La pintura parte, creo que sin lugar a dudas, de una foto de Pola Negri aparecida en 1921 en la revista El Gráfico, de Buenos Aires, que, posiblemente, también fue el punto de partida para el afiche de la película El peón del diablo, que la actriz protagonizó en 1922; aunque la expresión es diferente, a las tres imágenes las relaciona el sombrero de plumas que, por sí mismo, está cargado de sentido: en la foto de El Gráfico parece algo exótico y en el afiche un elemento sofisticado, mientras que en la pintura tiene una carga de desconsuelo casi absurdo, todo ello reforzado por la variación del gesto de la actriz.
Como es habitual en los Mitos de Dora Ramírez, la imagen se enmarca en un círculo sobre un fondo de colores planos; y sobre el círculo, un lazo rosa con un pequeño medallón y un rostro esquemático que, en realidad, es el de Rodolfo Valentino, tomado de la fotografía promocional de Los cuatro jinetes del Apocalipsis que éste protagonizó en 1921. En definitiva, la pintura representa el dolor de Pola Negri por la muerte de Valentino en 1926: se presentó en el funeral como si fuera la viuda, retratada en muchos gestos de dolor, aunque otros afirmaban que todo era solo una estrategia publicitaria.
Podría parecer que estos detalles no son necesarios para apreciar el cuadro. Sin embargo, ayudan a comprender que Dora Ramírez no solo estaba interesada en una imagen fotográfica conocida sino, sobre todo, en la construcción del personaje mítico; y ello, en otras palabras, implica el reconocimiento de que, más allá de formas estéticas y colores brillantes, la suya es una obra atravesada por intereses antropológicos, sociológicos y psicológicos que la vinculan con las preocupaciones críticas del arte contemporáneo.
Por otra parte, quizá el cuadro de Pola Negri siempre estuvo en su casa como un recuerdo de que era el tipo de artista que Dora Ramírez no quería ser. Mientras que la Negri abandona su carrera por la dificultad que le generan los cambios técnicos, Dora Ramírez sabe que su vida es el arte y que no hay una diferencia esencial entre la pintura y el baile del tango: ella no es pintora o bailarina, sino solo, y radicalmente, artista.