Poéticas frías de María Dolores Garcés

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La obra de Maria Dolores Garcés en la portada de Vivir en El Poblado es otra invitación a conocer la colección permanente del Museo de Arte Moderno de Medellín.

La obra de María Dolores Garcés (Medellín, 1962) nos ofrece una de las claves del nuevo montaje de la colección permanente que el Museo de Arte Moderno de Medellín inauguró en el segundo semestre de 2020, con la curaduría de Sylvia Suárez Segura.

Carlos Arturo Fernández
Por: Carlos Arturo Fernández

En lugar de partir de cronologías o estilos, se analizan las transformaciones culturales y políticas del país al final del siglo pasado (neoliberalismo, apertura económica, internet) y se utiliza la imagen del casete, con el cual se creaban en casa, y de manera amateur, colecciones de música que resultaban inimaginables.

La regrabación del casete se convierte en metáfora de los valores que caracterizan aquel cambio cultural, que, de acuerdo con la curaduría, son, entre otros, “reproductibilidad, desjerarquización, portabilidad, amateurismo, sincretismo, molecularidad”, todos presentes en la práctica de regrabar. Se trata, claro, de valores diferentes a los que habían caracterizado el arte del siglo XX hasta los años 70. Con esta metáfora se busca aproximarse a las condiciones del arte contemporáneo que, al menos en Colombia, se despliega, precisamente, a partir del mismo período en el cual se desarrolla el MAMM.

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Portada ed 808


La obra de María Dolores Garcés revela algunas de esas nuevas condiciones contemporáneas. En gran parte del arte del siglo pasado predominó la expresión de las emociones y sentimientos del artista que para ello recurría a elementos de carácter simbólico o alegórico: piénsese, por ejemplo, en “Guernica” de Picasso y la discusión acerca del simbolismo del toro que aparece en esa pintura. En realidad, la imagen creada por el artista servía para indicar una realidad diferente a ella misma: una idea abstracta o una realidad interior y subjetiva.

Por el contrario, en la obra de María Dolores Garcés predomina la presencia directa de algo real. Esto no quiere decir que no nos haga pensar o que se limite a la mera instalación de un objeto, pero sí significa que es un tipo de arte que se plantea de una manera diferente a la emotividad o a la idealización del arte anterior.

Existe, por supuesto, un proceso creativo que, en este caso, nos entrega estas especies de maniquíes fragmentados, uno de ellos vaciado en aluminio y otros dos en cera parafina, además de un conjunto de serigrafías que reproducen sus formas. Y ello desencadena en nosotros procesos de reflexión que nos llevan a ver en estas imágenes antropomorfas afirmaciones concretas de los seres humanos y de la realidad social: formas sólidas con formas frágiles, acompañadas de meros perfiles bidimensionales, fantasmagóricos.

Puede afirmarse que María Dolores Garcés no entra en elucubraciones simbólicas o alegóricas, sino que se limita a señalar la realidad de manera directa, pragmática: una poética fría, rigurosa, que no nos concede el placer de regodearnos en el calor de la emotividad, sino que nos pone a pensar.

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El arte contemporáneo es, muchas veces, menos “simpático” que el de las vanguardias del siglo XX: muchas veces es más duro, directo y reflexivo.

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