Perdió Colombia

El hundimiento de la Consulta Popular en el Congreso de la República fue mucho más que una sesión desordenada y viciada por la actuación de la bancada de gobierno y de la oposición. El espectáculo mediático —con la reacción airada del ministro del Interior y sus colegas y copartidarios conteniendo su avance contra el secretario del Senado— reflejó, una vez más y tristemente, una parálisis política y legislativa que deja a la patria colombiana desamparada.

La carrera electoral bien puede haber comenzado ya, pero el cuatrienio del primer gobierno de izquierda en Colombia será, muy seguramente, el que más saldos en rojo deje en materia legislativa. Más allá de si la Consulta Popular es pertinente o innecesaria; si los tiempos para realizarla y los costos no corresponden con la realidad fiscal del país, o si la oposición fue la ganadora del pulso político de ese día, lo cierto es que el gran perdedor de la jornada fue el pueblo colombiano.

La evidente falta de voluntad de todo el espectro político para avanzar en la resolución de asuntos prioritarios —como una regulación laboral que permita reducir la informalidad, “recuperar” los derechos de los trabajadores, generar más empleo e impulsar la innovación en el mercado laboral— deja, ahora sí, a toda una masa de jóvenes votantes que creyeron en una propuesta política que priorizara sus derechos a acceder a más y mejores oportunidades, profundamente desencantada del gobierno de turno que persigue el poder por el poder, sin pensar en el bienestar de quienes dan vida y sentido a ese poder.

Revivir el trámite de la reforma laboral —camino apoyado por las mismas figuras que ayer tildaron de “malandrines” a los senadores— o que el presidente de la República llame de nuevo a la movilización y pierda los estribos trinando desde China y declarando el “modo cabildo abierto”, evidencian su visión autocrática del ejercicio del poder. Es un poder sin propósito, vacío, sostenido solo por su propia inercia.

Según las ideas de Bolívar —de amores y odios en Colombia— la unidad nacional debería estar por encima de todo interés faccioso. Ese día no hubo ni unidad ni interés nacional. Ese día perdieron los trabajadores informales, los trabajadores de las plataformas, las cuidadoras… y perdieron también los empresarios y gremios antagonizados en discursos electorales. Ese día la institucionalidad fue un callejón sin salida: bloqueada y sin ofrecer uno u otro camino para responder a los ciudadanos en todo el territorio nacional.

Ese día perdió Colombia.

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