La idea de la paz, entre los muchos comienzos que puede tener en un país como Colombia, comienza en la verdadera equidad de género. Incluir las paternidades responsables dentro de estos planes, es una necesidad no solo urgente, también vital.
Recuerdo la imagen con una emoción que sigue viva en mi corazón. Era una mañana fría en Estocolmo y lo único que daba un poco de calor era el ruido de un grupo de colombianos que iba de un punto A a un punto B de la ciudad en transporte público. De repente, todos nos quedamos en silencio y vimos como de una cancha de fútbol llena de jugadores se levantaba una inusual tribuna: en vez de apasionados y furiosos hinchas, había coches con bebés. Era un entrenamiento y cada jugador, hombre, había llegado con su hija o hijo a entrenar.
Desde 1974, en Suecia se ha fomentado la licencia por paternidad y los hombres pueden no solo permanecer con sus hijos, también pueden distribuir el tiempo de su cuidado con sus madres. En total cada pareja recibe 16 meses (480 días) de licencia paterno-maternal. Así que, la imagen que tanto asombro nos causó a los latinoamericanos, comenzaría a volverse algo familiar para nuestros ojos con con el paso de los días.
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Corría el mes de noviembre del año 2016, 14 periodistas habíamos llegado al país vikingo con la única esperanza de superar el desamor que nos habían dejado los resultados del Plebiscito por la Paz. Viajamos más de 18 horas, otros 24 o 26, lejos de nuestras casas para recibir formación de parte de un país que, por más de 200 años, se ha mantenido fuera del conflicto. No tardamos mucho tiempo en comprender algo que para las feministas ya era un hecho: para que la paz sea una realidad, primero hay que pasar una seria mirada por la equidad de género.
Entre los muchos retos, casi incontables para un país como Colombia, que se listaron en las aulas de clase, fundaciones, ONG, museos y universidades a las que asistimos para recibir las formaciones, y donde nos preguntaban que si estábamos locos por haberle dicho que No a la paz, estaba la paternidad. No se puede cambiar a una sociedad en la que sus hombres no cambian y, considerando que el machismo y las guerras religiosas son dos de las cosas que nos hacen universales como individuos, es urgente un cambio en el mundo masculino y el cuidado del hogar y de los hijos hace parte de esa inminente necesidad.
Al día de hoy, en Colombia, la ley estipula que a un hombre cuando se convierte en padre le basta un permiso remunerado de ocho días para que se haga cargo de su hijo. No hay que ser muy hábiles para hacer una relación entre esta realidad y la del país.
Hace poco, en julio de 2020, en medio de las desesperanzadoras cifras de la pandemia, una noticia y un hashtag de Twitter, nos llenaron de posibilidades. Aunque fueron pocos los diarios que lo anunciaron, a finales de este mes se informó que el proyecto llamado #LicenciaCompartida estaba a dos debates de convertirse en una realidad. De suceder, la paternidad aumentaría de una a ocho semanas en nuestro país.
Este es uno de esos proyectos de ley que todos deberíamos de vigilar y promover como ciudadanos para que curse buen camino en el Congreso de nuestro país. Es una puerta y una posibilidad, una ruta para que cambie el ritmo de la historia y que en vez de que Mambrú vaya a la guerra, cultive el fuego interior del hogar, esa hoguera donde no nos quemamos, sino que crecemos todos.
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