Pacholo

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  Me enteré de la muerte de “Pacholo” varios días después del acontecimiento. Según me contaron, un viaje natural al Otro Mundo por fallas del maldito cuerpo, aunadas, supongo, a sus infinitas dolencias espirituales. Ciego desde hace muchos años a consecuencia de un accidente de tráfico, Francisco Espinal “Pacholo”, creador de la inolvidable cinemateca “El subterráneo” en el 75 junto con Jorge Farberoff, había sin embargo continuado dictando de memoria sus cátedras sobre las mejoras películas que había visto en su vida, e introducía las sesiones aquí y allá, en la UPB o doquiera lo invitaran.

Por esos años iniciales de los 70s, con mis amigos cinesifilíticos del barrio San Javier, debíamos preparar con nuestros agostados bolsillos estudiantiles las incursiones al “Subterráneo” en El Poblado, justo al frente de donde hoy funciona este periódico, en la 9 a la vuelta de la iglesia. Para las “funciones” nos aprovisionábamos con una botella del asqueroso vino “Tres Patadas”, una especie de tóxico para cucarachas fabricado en una licorería cercana. La botella valía 9 pesos. Una fortuna. El horroroso sabor del menjurje lo contrarrestábamos con unas cuantas chupaditas de nuestras pipas verdes de hobbits. Fuimos los precursores: de hecho, Pacholo presentó en su sala el primer intento de llevar al cine “El Señor de los Anillos”, en una curiosa versión que mezclaba actores y magníficos dibujos (Ralph Bakshi, 1978).

Bueno, pues, en el “Subte” vimos las películas que no circulaban comercialmente de Altman, como “La Boda”, “Nashville”, las de Polanski, recordemos que Pacholo compró los derechos y presentó “Valeria y los vampiros” cerca de 800 veces, de donde vienen entonces todas esas Valerias que hoy infestan los noticieros, maldita sea. Recordemos a “Solaris”, recordemos esa obra maestra “Quién esta matando a los grandes cocineros”, o lo mejor de Hitchcok, o la checa “Trenes rigurosamente vigilados” (se presentó 799 veces), otra de Polanski, la aterradora “El inquilino”, la inglesa “El vestidor” con Albert Finney, etc.

En un artículo de Luis Alberto Álvarez de 1995, el padre recordaba cómo las dos o tres distribuidoras de cine de la ciudad, envidiosas del éxito permanente del “Subte”, empezaron a conspirar para no dejarlo seguir con un negocio que según ellos “lo estaba volviendo millonario”. Pacholo salió de la sede del Poblado y se fue para el teatro de Suramericana, ese sí un verdadero Subterráneo…

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Debo decir que en esas sesiones de la Cinemateca muchos de los jóvenes aprendices aprendieron a conocer en la oscuridad, adivinando, las formas corporales de muchas futuras señoras de la ciudad que luego fueron sus ex esposas y son hoy casi todas abuelas. Los peligros del cine. Ellas dicen no saber de mí. Krishna las bendiga.

Pero Pacholo fue también uno de los creadores del “Bazarte”, que durante casi diez años (80 -89…) sembró sus tiendas en las magníficas praderas de Suramericana, hasta que de nuevo las conspiraciones dieron al traste con todo: es ya historia local que la Compañía decidió expulsar al Bazarte de sus verdes latifundios, cuando, según las actas secretas, el evento se había convertido en un centro de corrupción de juventudes y fumadero y bebedero de toda clase de sustancias exquisitas. Aquello fue el acabóse. Pacholo debió entonces irse con el Subte muy, muy lejos. La última vez que entré a la Cinemateca, estaba localizada en una salita a una cuadra del parque de Envigado, donde literalmente espantaban. En el 94 ó 95, después de perder la vista, Pacholo siguió intentando revivir el Bazarte, intermitentemente, en lugares cada vez más desapacibles. El último se hizo en 2006 con una multitudinaria asistencia invisible. Bazarte ya era desde años atrás un “cadáver excelente” como la película de Francesco Rossi.

En 2004 intentamos levantar con Pacholo en la Piloto una de sus viejas obsesiones: un ciclo mensual de cine al aire libre, que se fue al traste por las inclemencias del invierno: por allí pasaron en coche y locomotora Chaplin y Keaton, y cabalgando John Wayne en “La Diligencia”. ¡Querida nostalgia! Desde esta columna elevamos nuestras oraciones al revés para que el Divino Príncipe Portador de la Luz, el denostado Lucifer, le devuelva a Pacholo la Panavisión en 70 mm. y lo siente en su caverna a ver sus amadas películas hasta que se escriba el “The End” del Universo.

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