Un programa innovador en nuestra ciudad busca combatir la desnutrición desde la gestación y la primera infancia. Esta iniciativa holística aborda un problema crítico que afecta nuestro presente y futuro como sociedad.
A partir de este año, nuestra ciudad cuenta con un programa que aborda un aspecto esencial de nuestro presente y, sobre todo, de nuestro futuro como sociedad. Es un esfuerzo que comprende, de manera holística, cómo enfrentar el problema más básico, infame y profundamente inhumano de nuestra comunidad: la desnutrición desde la gestación y en la primera infancia. A cualquier edad es desgarrador, pero en esta etapa tiene una relevancia singular y duradera.
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Quiero explicarles esta problemática como un ciclo. Es un problema que no solo se queda en el presente: es un tema de futuro, que no afecta solo a algunos, sino que nos involucra a todos. Y si no intervenimos con programas como este, el ciclo simplemente continúa. Vengan, les cuento cómo.
Una madre está esperando a una bebé, que llamaremos María. Esta madre no puede acceder a los alimentos que necesita durante su gestación, así que el desarrollo de María ya se ve afectado desde el inicio: un bajo peso y un retraso en su talla que, aunque parezcan solo cifras, realmente reflejan un crecimiento y desarrollo inadecuado. ¿Qué implica esto? El tamaño y peso desde el nacimiento, no solo representan lo alto o lo “pesado” que será el bebé, sino también el desarrollo de todo su cuerpo, incluyendo su sistema musculoesquelético, sistema digestivo, sistema endocrino y hormonal, sistema cardiovascular y respiratorio, y con más detalle, el sistema inmunológico, el cual está debilitado, haciéndolos más susceptibles a infecciones y enfermedades. La desnutrición compromete la producción de anticuerpos y la respuesta inmune celular, lo que aumenta el riesgo de infecciones recurrentes y enfermedades graves y, muy importante, el desarrollo de su cerebro. La desnutrición, en particular la deficiencia de nutrientes esenciales como ácidos grasos, hierro y zinc, afecta el desarrollo cerebral, la mielinización y la sinapsis neuronal. Esto impacta las funciones cognitivas, el aprendizaje, la memoria, el lenguaje y el desarrollo emocional. El retraso en el desarrollo del cerebro durante los primeros años tiene consecuencias irreversibles y puede predisponer a dificultades en la inteligencia y habilidades de aprendizaje.
María nace, y la lactancia materna se presenta como lo ideal. Sin embargo, sabemos que una lactancia saludable requiere de una madre bien alimentada, aunque la madre de María no tiene los medios ni los recursos suficientes para producir una leche materna de adecuada calidad. Así, la desnutrición sigue su curso. Esta madre, con necesidades básicas insatisfechas, enfrenta además las dificultades para encontrar un trabajo estable que le permita mantener a su hija, iniciar una alimentación complementaria adecuada y suficiente, lo cual perpetúa la inseguridad alimentaria y por ende la desnutrición.
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En las noches, el hambre de María se hace sentir en llantos y en la irritabilidad propia de un bebé que no recibe los nutrientes mínimos para su bienestar. Una madre desesperada, que no sabe cómo calmar el llanto…En un entorno de desesperanza, el riesgo de maltrato y de tensiones crece, complicando aún más la situación.
Día tras día, el cerebro de María pierde oportunidades vitales para desarrollarse adecuadamente, poniéndola en una desventaja que no podrá revertir. Sus habilidades académicas, sus capacidades emocionales, sus futuras oportunidades laborales: todas serán menores que las de aquellos niños y niñas que pudieron crecer con los nutrientes necesarios para un desarrollo óptimo. Esta condición, conocida como desnutrición crónica, es irreversible y reduce sus probabilidades de desarrollarse de manera integral.
Luego, con habilidades intelectuales limitadas, y bajo acceso a educación, María toma decisiones menos adecuadas para su bienestar. Así, llega a la adolescencia gestando a Bruno, quien hereda, lamentablemente, este ciclo de carencias, perpetuando la pobreza. Bruno nace con un sistema inmunológico débil y bajo peso, lo que lo hace vulnerable a enfermedades (se repite la historia). Al no contar con los recursos mínimos, María le da agua no potable y Bruno pasa días con diarrea. La madre busca ayuda en el sistema de salud, pero en algunas ocasiones, los profesionales no comprenden la magnitud de este ciclo de desnutrición. La desesperanza heredada de Carmen a Bruno y la deuda que toda una sociedad tiene con ellos.
Este ciclo de desnutrición aguda y crónica compromete no solo la vida de María y Bruno, sino el desarrollo de toda una comunidad. Ambos pudieron haber formado parte de nuestra fuerza educativa y laboral. Bruno pudo no ser tan costoso en términos de salud para el sistema. Recursos que se pudieron invertir en otros proyectos sociales o de educación.
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Es aquí cuando el programa Nutrir para sanar, sanar para crecer, en Medellín, toma una relevancia enorme. Su misión es identificar y reducir los casos de desnutrición en nuestra ciudad, pero su impacto solo será posible con un esfuerzo conjunto.
Quiero recordar el lema de algunos tribus africanas: “Se necesita un pueblo para criar un niño”. María te necesita. Bruno te necesita.¿Cómo podemos aportar positivamente en esta causa que este programa está apoyando?
Si eres profesional de la salud y atiendes a población infantil, por favor, realiza losregistros de manera precisa, desde digitar bien el teléfono de la familia hasta registrar correctamente los datos antropométricos. Un dato correcto, salva una vida.
Si trabajas en el ámbito político, recuerda que tus decisiones y el manejo de recursos son vitales para influir positivamente en esta problemática. Y si conoces a alguien en estas circunstancias, háblale sobre el programa nutrir para sanar, sanar para crecer, liderado por Buen Comienzo.
Esta es una causa de todos. Hoy tenemos las mismas cifras de desnutrición de hace 10 años. Entre todos podemos cambiar esta realidad, y romper el ciclo de desesperanza y desnutrición que viven miles de familias en la ciudad.
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