Al esquema clásico de trabajo, una empresa – una oficina, le nació un hermano menor, versátil, más económico, eficiente y con resultados probados. Se llama coworking. Así crece en El Poblado.
Por : Juan Felipe Quintero / [email protected]
No es nuevo, no en el mundo, porque por ejemplo San Francisco, Estados Unidos, lo tiene en marcha desde hace 13 años, pero entre nosotros está en proceso de consolidación, incluso, en expectativa por la llegada de grandes marcas. Son al menos 32 negocios en el Aburrá enfocados en coworking, de todas las posibilidades, pintas y colores; de lo informal a lo básico y también lo más potente y chic. Y con una finalidad: ofrecer oficinas para que la gente trabaje. Oficinas compartidas.
El modelo clásico es el de una empresa – una oficina. Y sucursales. El modelo de coworking revalúa el concepto y establece un espacio de labores para diferentes compañías, también para independientes y teletrabajadores. “Trae tu portátil, elige un sitio libre y ponte a trabajar”, es una de las ofertas de Wework, marca relevante del mercado mundial.
¿Una empresa trabajando en el mismo piso que otra? ¿En áreas compartidas? ¿Sin puestos fijos? Sí. Y los usuarios lo valoran. “El mundo laboral viene presentando cambios, uno de ellos el del concepto de la competencia. Hoy hablamos más de coopetencia, de empresas que se conocen en el mismo espacio y deciden emprender negocios juntos”, explica Alejandra Vélez, directora de Global Express – Lifeafar, una compañía que ofrece coworking en la calle 10 con la carrera 42. “Trabajo en un ecosistema con nuevas formas de relacionamiento entre empresas que conviven en el mismo espacio, que creen en las sinergias y en la flexibilidad”, anota Gabriel Pérez, del Centro Audiovisual Medellín, ubicado frente al restaurante San Carbón.
Coopetencia, sí. En un mismo espacio, trabajadores de diferentes compañías hacen sus labores del día, pero no están ni encriptados ni en actitud de protegerse del competidor. Al contrario, por voluntad propia existe total apertura de intercambio y colaboración, para conectarse, resolver dudas con especialistas, lanzar proyectos.
“Promovemos una regla de oro: darle 5 minutos a la persona que se te acerca”, reporta Giovana Bazurdo, desde Torre Scaglia, en la transversal Inferior, donde funciona Co-Work, una firma chilena con once sedes en el país de origen, dos en Uruguay y dos en Medellín.
“En el Centro Audiovisual Medellín cada empresa trabaja sus objetivos y sus negocios, pero también buscamos cómo crecer y aportar con la participación de las demás”, señala Gabriel Pérez. Este es uno de los perfiles de coworking del tipo temático: cine, fotografía, video, realidad virtual, marketing digital. Son 30 empresas, de la misma línea de negocio, que saben juntarse y abrir nuevas posibilidades. “Aquí trabajamos unas 80 personas, es un entorno muy estimulante, de optimización de gastos, de economía colaborativa”, agrega.
Son entornos, además, en funcionamiento permanente, como ocurre en Global Express – Lifeafar, de operación 24 / 7: “Acogemos trabajadores extranjeros, que necesitan conectarse con el mundo, hacer negocios”, cuenta Bryan Sánchez. El horario 8 a 12 y 2 a 6 dejó de ser la regla.
Eficiencia, costos, simplificación
Volviendo al modelo clásico, todo conduce, incluso vía tercerización, a la disponibilidad de roles como secretaria, oficios varios, mantenimiento, seguridad, aun más, áreas contables y jurídicas. El coworking simplifica el esquema, comparte servicios y abarata costos.
Necesitaba una oficina, el crecimiento de mi negocio y la rutina del día a día hicieron que el trabajo desde la casa dejara de ser viable”, cuenta Carolina Laverde, socia de Moonblock AI. Hoy, en Co-Work, paga 300 mil pesos por 100 horas de uso. “Es un valor muy diferente al que pagaría en arrendamiento de una oficina exclusiva, más servicios públicos”, agrega.
Co-Work está instalado en siete pisos de Torre Scaglia y ofrece planes desde 216.000 mensuales para usuarios pequeños y medianos, en un área compartida, hasta 86.000 pesos por metro cuadrado para grandes empresas. “Ofrecemos toda la dotación, internet, mobiliario, limpieza, cafetería. Todo eso en el modelo tradicional valdría un 30% más en costos para las empresas y sin tener el valor agregado del networking, que genera ideas, clientes y proveedores”, dice Giovana Bazurdo.
Los negocios hoy son otros, la fábrica, con máquinas y grandes instalaciones y dotación amplia de personal no es el único modo de generar riqueza; hoy el mundo laboral también lo protagonizan los llamados nómadas digitales, con saberes diferentes y redes de contactos y que para lograr sus objetivos solo requieren un portátil, un teléfono y conexión a internet.
“Han surgido modelos más eficientes. Habíamos desarrollado nuestros entornos laborales con el modelo del militar, del trabajador vigilado, de marcar tarjeta. Pero ya el mundo no funciona así”, cierra Carolina Laverde.
“Lo importante son los resultados”
Carolina Laverde vive lejos de sus tres socios. No consideran necesario ni práctico verse todos los días, sin que trabajar a distancia implique romper los indicadores y perder eficiencia. “Nos conectamos con buen internet, buen sonido, una pantalla grande y nos ponemos a trabajar. Lo que importan son los resultados de los negocios”.
En un comienzo la casa, los cafés internet y los centros comerciales fueron su sede laboral, pero la exigencia del proyecto y el nivel de trabajo la animaron a consultar la opción del cowork. “En precios de oficina, es imposible que haya mejores posibilidades”.
“He ensayado cuatro y el actual, en Torre Scaglia, es brutal: tiene muy buena conexión, cuenta con parqueaderos para visitantes y para bicicletas, máquinas de bebidas y de comida. Armas todo tu lugar de trabajo, incluso eliges desde el tipo de silla y el escritorio, y si necesitas salas de reuniones, si será por horas, días, semanas o meses”.
Un par de semanas bajo el modelo y ya Carolina encontró posibles aliados, gente que está desarrollando negocios parecidos. “El mundo cambia y está transformando los códigos. No nos vemos como competidores. Redes, confianza y sinergia son las claves”.
Para hacer cuentas
Los 560.000 pesos de tarifa de Wework por un mes de espacio en un área común crecen a 930.000 pesos para una oficina privada, cerrada y dotada con escritorios, sillas, archivadores y servicios públicos. Es el modelo que opera en Bogotá.
En El Poblado, el Centro Audiovisual Medellín hay alternativas entre 400.000 y 550.000 pesos, con un par de requisitos: firmar un contrato por un año y tener un perfil acorde con la temática tecnológica o audiovisual.
Selina, hotel y cowork ubicado diagonal al Centro Comercial Vizcaya, ofrece desde el día básico de espacio por 35.700 hasta el mes con servicios adicionales por 571.200 pesos. “Tenemos 130 puestos disponibles y manejamos hoy una ocupación del 75%”, informa Andrés Felipe Giraldo.
Global Express – Lifeafar, otra de las opciones cercanas, tiene para sus clientes la modalidad puesto dedicado, por 535.000 pesos, oficinas abiertas día y noche en las que se pueden dejar los equipos al terminar la jornada; el plan flexible, sin puesto fijo, por 245.000 pesos; y el plan día, por 21.000 pesos. “No solo estamos hablando de coopetencias entre trabajadores; ahora, desde Espacios N, apostamos a sinergias entre proveedores de espacios de cowork, de economía colaborativa, incluso en temas tarifarios”, señala Alejandra Vélez.