No son los que has vivido, tienes los que te quedan

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¿Cuantos años tienes tú? Le pregunté a Augusto, un amigo a quien yo le calculaba unos 65 abriles. Hizo una pausa y un silencio largo, anormalmente largo, para una respuesta que debería rebotar de manera automática.

  • Mmmm… debo tener unos 20 o 25 como máximo… me dijo sonriendo. 
  • ¿Como así Augusto?, ¡no entiendo! Le respondí entre divertido y perplejo.
  • ¡Muy sencillo, Gabriel! Los años que he vivido, ya no los tengo. Esos ya no están, sólo me quedan los años que tengo por vivir. Tengo 62 años; así que si vivo 25 más llegaré a los 87 y me doy por bien servido. 

Esa conversación marcó mi vida para siempre. Fue una enseñanza de un hombre sabio que fue ministro de salud de Colombia y que ha reflexionado profundamente sobre la vida y la muerte; pues siendo cardiólogo, ha vivido conscientemente dos infartos, los cuales él mismo se diagnosticó desde el inicio –y por eso hoy está contando el cuento más aliviado que nunca–. Hizo cambios profundos en su estilo de vida que van desde la alimentación y la actividad física, hasta usar medias de colores ocasionalmente.

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Aún 8 años después, todos los días recuerdo lo que me enseñó mi buen amigo, quizás sin quererlo: los años que tengo son lo que me quedan por vivir; y cada día es uno menos. De ahí el valor de cada “paquete” de 24 horas, por estrenar, que nos regala la vida para comenzar de nuevo. 

A partir de esta conversación, comencé a pensar cuantos años quería vivir. Al principio era imposible encontrar una respuesta; pues, además, pensar en la propia muerte necesariamente genera ansiedad, por no decir miedo. En algún momento encontré una cifra que parecía tener sentido: viviría hasta los 93 años; me quedarían, en ese entonces, unos 45… Aún tenía tiempo. Le conté a mis hijos durante la comida que pensaba morirme a los 93 años. Un silencio divertido (y extraño) en la mesa, luego mi hija Juli, quien tendría en ese entonces unos 14 me dijo: “no papi, no te puedes morir de 93, porque si yo me quedo soltera, me voy a casar a los 65 con una amiga para hacernos compañía y tu me entrarás a la iglesia. En ese entonces tendrás 95”. 

  • Ok, 95, bueno, mejor 96 años… eso es.

Luego me quedé pensando y me dije a mi mismo: “Mi mismo, de vivir 96, pues haces un esfuercito y llegas a los 100”. Posteriormente 100 me pareció un número demasiado poco original -patético-. Mmm 102… 103! Eso parece un buen número. Desde hace unos 5 años vengo anunciando que me moriré de 103 años, es decir en el 2070. 

Generalmente quien me escucha piensa que estoy bromeando; pero no es así, y procedo a explicar que más que una declaración, es un propósito, un plan de trabajo y un compromiso. Además declaro, hablando en serio, que me lanzaré en paracaídas y correré mi última maratón de 42 kilómetros a los 100 años; manejaré mi carro hasta los 102; y todo esto luchando contra mis hijos y nietos que insistirán que “el abuelito está loco”, y que tienen que buscar la manera de que se quede quieto (porque si no se va a terminar muriendo – jaja – “a la larga, todos estamos muertos” decía John Maynard Kaynes, uno de los economistas británicos más influyentes del siglo 20).

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Y cuando digo que no bromeo, realmente no bromeo. Simplemente imagínense ustedes cómo debo cuidar mi cuerpo para que llegue a correr 42 k. a los 100 años o para permitir lanzarme de 10.000 pies de altura sin morir en el intento (hacerlo sería como dar un final terrible a una buena novela). 

¿Cómo debo alimentarme?, ¿cómo debo ejercitarme?, ¿cómo y cuánto debo dormir?, ¿cómo meditar, hacer yoga, mindfulness, o aquello que aquiete mi mente y me permita la imperturbabilidad?

¿Cómo cultivar mi espíritu para seguir aprendiendo y convertirme cada vez en un mejor contador de historias? ¿Cómo he de vivir conscientemente para ser alguien divertido capaz de conseguir nuevos amigos (y amigas por supuesto), de cultivar amistades y relaciones que le den sentido a la vida a través de varias generaciones? [La ineludible realidad es que muchos de mis referentes generacionales habrán muerto, y a mí también me llegará mi turno; pero espero que sea a mi manera (Tarea: Ver My Way de Frank Sinatra, Robbie Williams, Il Divo, entre otros)]. 

Más importante aún, ¿cómo vaciar mi alma de rencores, odios y resentimientos y que cada vez quepa menos el negativismo, los rencores, el cinismo y el drama innecesario? ¿Cómo andar cada vez más ligero de equipaje, amando sin miedo y sin hacer cálculos matemáticos? ¿Cómo aprovechar cada uno de los 1.000 millones de respiraciones que habré dado y cómo lograr que cada uno de los casi 4.000 millones de latidos de mi corazón sean una ofrenda al universo y que todos podamos decir ‘Bien valió la pena’, cuando yo haya trascendido a la unidad. 

Ahora sí dime: ¿cuántos años tienes tú?

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