Como los Consejos de Gobierno televisados siguen y siempre resultan propicios para que allí se digan todo tipo de cosas, bien vale la pena no pasar por alto algunas menciones que se han hecho allí y en otros escenarios presidenciales y que, con seguridad, volverán a resonar en lo que resta de mandato.
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Decían los abuelos que la ignorancia es atrevida: por desconocimiento, por ligereza, por animadversión, por maledicencia o, simplemente, por todas las anteriores. Al Presidente de la República le dio por desfigurar ante los ojos del país lo que representa El Poblado en Medellín.
En Apartadó, dijo que “grandes capitales de El Poblado” estuvieron involucrados en el conflicto armado en el Urabá. En redes escribió que “El Poblado no es Medellín ni Antioquia, como el Chicó no es Bogotá ni Colombia“. Y recientemente, en un Consejo de Gobierno televisado, señaló que lo están obligando a gastarse $100 billones de vigencias futuras en las vías 4G “que, en general, en la geografía nacional, están ubicadas junto a El Poblado y junto al Norte de Bogotá”.
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Cada una de las referencias en sí contiene mentiras rampantes y desinformaciones de las que no pretendo ocuparme, pero tienen en común su veneno contra El Poblado, lo que, en mi modesto conocimiento, no tiene un nombre distinto al de estigmatización y, en este caso particular, muy negativa. Una alta dosis de mala intención y de señalamiento a un sector de nuestra ciudad, a sus gentes y a lo que significa en el contexto real de nuestra sociedad.
No logro entender qué le han hecho o qué le deben las casi 133 mil personas que habitan la comuna 14 al inquilino de la Casa de Nariño. Ellos, que en su mayoría, residen en su casa propia y no en casa prestada por cuatro años. Y eso sin contar la población flotante que trabaja en El Poblado, sector al que con seguridad aman y valoran, desde donde construyen país y ganan el sustento propio y de sus familias en las empresas, comercios, hoteles y restaurantes que representan más del 15% de las compañías y negocios de la ciudad.
La comuna, con sus 23 barrios, tiene alrededor de 23 kilómetros cuadrados de los 382 de Medellín, habitados por hombres y, sobre todo, mujeres que además son la cabeza del 42% de los hogares en El Poblado. Son personas de todos los estratos, sí, en su mayoría del 5 y el 6, pero también hay familias de los estratos 2 al 4. Y, claro, el Índice Multidimensional de Calidad de Vida da cuenta de que es la primera comuna de la ciudad con mayores condiciones de vida.
Hecha esta somera caracterización de la zona que tanta urticaria le genera al populista, no me cabe en la cabeza que el pecado sea que tanta gente encuentre sus mejores condiciones de vida por efecto de su empleo en El Poblado; o que esté habitado sobre todo por mujeres cabeza de familia; o que estas personas tengan su casa propia o que “vivan sabroso”, pues esa era la idea del cambio que prometieron.
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¿Será que acaso el pecado es hacer parte de un sector de la sociedad que, en virtud de su trabajo y emprendimiento, ha generado empresas, crecimiento económico, empleos y desarrollo para la región y el país? ¿O será que la falta radica en ser una población educada que asume con responsabilidad y seriedad cargos de importancia en muchas empresas privadas y entidades del Estado, sin los vacíos evidenciados en recientes realities televisados? ¿Quizás la mancha original está en el caserío indígena que, en tiempos de Francisco Herrera Campuzano, dio origen a nuestra ciudad y solo la conoce el nuevo Aureliano?
No se equivoque con El Poblado, señor. No pretenda usarlo para su malintencionado propósito de la lucha de clases. El Poblado se respeta y, ese respeto, es por y para todas las personas que contribuyen a su dinamismo y desarrollo, extensivos a toda la ciudad. Por su historia y lo que representa no puede ser estigmatizado ni utilizado como bandera de divisiones artificiales. La lucha por el bienestar de los colombianos debe ser una lucha de unidad y sobre la verdad, no de enfrentamientos basados en mentiras.
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Como ciudadanos de El Poblado y como medellinenses, debemos seguir defendiendo con orgullo lo que hemos construido con esfuerzo, dignidad y trabajo. No permitamos que intereses ajenos nos tergiversen y empañen lo que es una verdadera historia de progreso. El Poblado sí es Medellín y se respeta.
Por: Mauricio Ballesteros Garzón. [email protected]