/ Álvaro Molina
“No es ilegal pero es poco elegante” es una frase que le oí decir a mi papá muchas veces, en referencia a ciertas prácticas dudosas en los negocios, amparadas o no contempladas por la ley pero ajenas a la moral, la dignidad, el honor, la honestidad, el cumplimiento de la palabra y las buenas costumbres; en síntesis, con la inocencia de otra época y sin atender a la condición socioeconómica, lo que hacían aquellos que no pertenecían al grupo que las abuelas enmarcaban en el a veces detestable “de buena familia o gente de bien”. Vivimos en una sociedad acostumbrada a cuestionar las acciones de los políticos, desconociendo que lo mismo y peor pasa en el sector privado y por supuesto en el gremio gastronómico. Por eso arrancamos este año describiendo algunas prácticas o pecados comunes que no son ilegales pero sí poco elegantes. No hago referencia a nadie, pero si se siente incluido, antes de ofenderse, reflexione hacia el futuro.
Copias: para algunos es más fácil copiar un emprendimiento exitoso que crear. Cuando a alguien le va muy bien, aparecen otros cuya única idea es salir a hacer lo mismo. Los copiadores siempre van a ser segundones incapaces de mirar a los ojos; pocas veces salen adelante a largo plazo. Deterioran el mercado y ofenden el oficio; con el tiempo fracasan y triunfa la idea original.
Sonsacador: cuando se cree que la plata está por encima de todo, algunos no tienen problema en sonsacar personal de un negocio exitoso para tratar de replicarlo. Si se atendiera a una filosofía de colegaje se podría al menos tener la decencia de informarle al otro que le va a sacar gente para que pueda reaccionar antes de perjudicarlo, así nadie sea indispensable.
Tiburón: en algunas fusiones entre un negocio grande y uno pequeño en crecimiento, tras varios artilugios contables incomprensibles, el grande se come al chico antes de que este se dé cuenta.
Juez: nadie tiene la última palabra para juzgar y condenar, por eso antes de decir “ese sitio es muy malo” o “esa comida es asquerosa” aprenda a decir: “A mí me fue mal, a mí no me gustó, no es mi estilo o estaban en un mal día”. Nada más feo que un colega criticando a otro. Como dicen en FB: “Lo que habla Pedro de Juan, habla más de Pedro que de Juan”.
Avivato: subestimar a los clientes con ingredientes de tercera, porciones de pichón y altos precios va en contra de la dignidad profesional y tarde o temprano se paga con las mesas vacías.
Envidioso: algunos no pueden aceptar que a otros les vaya bien y en vez de tratar de mejorar su negocio se desgastan haciendo fuerza para que a los demás les vaya mal. Su mejor argumento de venta es hablar mal de los demás. Como digo siempre: desvelo es no dormir preocupado porque a su negocio le va mal, desgracia es no dormir preocupado porque a su vecino le va bien.
Abusador: pagarle mal al equipo de trabajo sin cumplir con las obligaciones laborales o engañar al fisco son malas costumbres que se deben evitar. Si para que su negocio dé plata tiene que abusar del personal o robarle al Estado, sin duda que está mal estructurado.
Si estamos tratando de construir la tan anhelada cultura gastronómica es fundamental que desde la academia se procure educar en las buenas costumbres, pues no basta con saber picar cebolla o catar un vino; es vital insistir en la promoción de aquellos valores morales que se adquieren con la educación o en la familia y que nadie vende pero que todos en el gremio, y sobre todo los educadores, estamos en la obligación de promover. Espero sus notas en [email protected]
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