El término neurodiversidad en los últimos años ha adquirido mayor importancia y además es el que debemos tener presente en todas las dimensiones y episodios del desarrollo. Especialmente en el ámbito escolar.
Hasta hace pocos años en los colegios hablábamos de niños especiales o diferentes y generalmente los rotulábamos de acuerdo con su trastorno, incluso tuvimos en instituciones aulas a las que asistían estos niños, con un trato diferenciado, que en ciertas circunstancias generaba autoestima baja y problemas severos de comportamiento.
Hoy, gracias a muchos estudios de la neurología, la psicología y la educación y a las propuestas de los ministerios de Educación de muchos países, hemos podido confirmar que todos los seres humanos somos neurodiversos; es decir nuestro cerebro y el de todas las personas que habitamos el planeta son diferentes y por eso su desarrollo y funcionamiento es también diferente.
Lo anterior nos lleva a entender, que exceptuando situaciones de extrema incapacidad y dificultad, los niños con algunos trastornos pueden asistir a clase con otros niños que llamamos “normales”.
Para que esto sea posible y arroje resultados positivos, no solo es necesario la preparación adecuada del personal del colegio, estrategias que permitan desarrollo de los niños con dificultades y la inmersión exitosa en su medio escolar, sino lo más importante: una actitud positiva y de apertura de los padres de familia de aquellos niños que no presentan trastornos.
Así como hay diferencia en culturas, razas, credos, hay niños con ritmos diferentes de aprendizaje, que con una adecuada guía y recepción de sus compañeros, van a salir adelante de manera autónoma y tranquila. Aprendiendo que quienes los rodean podrán ayudarlos no solo en su vida escolar, si no en la profesional y personal.
Es además una experiencia enriquecedora y maravillosa la de tener en el aula de clase niños y adolescentes con diferentes condiciones, porque esto estimula valores como la solidaridad y la capacidad de servicio, el reconocimiento de la diferencia y la posibilidad de ver las fortalezas y debilidades de nosotros mismos y de los demás.
Esta experiencia nos enseña como otras personas con dificultades superan muchos obstáculos y quienes no los tengan aprenderán mucho de ellos.
Por: Ángela María González Duque – [email protected]
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