Muy breve historia del Oriente antioqueño (y 3)

Decíamos en la segunda entrega de esta miniserie, que, desde los años 60, el paisaje rural y la economía campesina se transformaron radicalmente: en pocos años, gran parte de la tierra estaba destinada a fincas de recreo de los medellinenses.

Un poco más tarde, digamos a partir de los 80, numerosas compañías industriales del Valle de Aburrá quisieron reubicar sus fábricas, buscando posibilidades de crecimiento en espacios menos costosos, con mejor clima y con excelente mano de obra. Más fincas antiguas de Oriente, entonces, se convirtieron en fábricas.

La malla vial creció, pero poco. Durante décadas, se podía subir a Oriente desde Medellín por la vía Las Palmas, repleta de curvas y de calzada sencilla. Salía del centro, por los barrios Loreto y Las Palmas (de ahí el nombre). Luego, en los 70, ya se podía tomar desde el centro comercial San Diego. También estaban Santa Elena (aún más sinuosa) y, más tarde, la “autopista” Medellín-Bogotá.

Fue fundamental para la conexión entre los valles de Aburrá y San Nicolás que, en 1985, se diera al servicio el aeropuerto José María Córdova, al que solo se accedía por alguna de las tres salidas mencionadas. Tiempo después, casi terminando los 90, se abrieron la variante Palmas-Aeropuerto y la loma del Escobero.

Hubo que esperar hasta 2007 para que a Las Palmas se le adicionara doble calzada. Muy mal diseñada y solo hasta el Mall Indiana, pero fue una mejora importante. Y así estuvimos hasta 2019, cuando se abrió el Túnel de Oriente. De calzada simple, pero su impacto sobre la integración de Medellín con Oriente fue definitivo.

En consecuencia, la distancia entre los valles, medida en tiempo y en espacio mental, se ha acortado muchísimo: ya es normal vivir en un valle y trabajar en el otro; son parte de la misma conurbación.

Se podría decir que Medellín está devolviendo a Oriente esa población que le recibió hace 70-80 años como mano de obra para sus fábricas, casi toda de salario mínimo. Hoy le devuelve propietarios e inquilinos de nuevos apartamentos y casas, por lo general de poder adquisitivo medio-alto. Algunos viajan de ida y vuelta todos los días, y muchos trabajan por internet desde casa.

El aire sigue siendo limpio, es cierto, pero Oriente ya no es tierra fría: áreas gigantescas de pastos, cultivos y vegetación han sido reemplazadas por tejados, vías y parqueaderos. Y los trancones en puntos críticos son graves. Aquel que quiso escapar del pesado tráfico de Medellín, hace rato se dio cuenta de que arriba puede ser peor. No hay pico y placa, pero… ¿quién quita?…

Para la integración plena entre los valles aún falta la doble calzada del túnel de Oriente, como debió ser desde el principio. Desde 2019, no desde 2028. Y también la doble calzada en las otras vías importantes. Quizá en 2040.

Si crecer tan rápido es de por sí muy complejo, hacerlo en medio de tan poca integración entre sus municipios y entidades es un proceso caótico y frustrante.

En eso va la historia de Oriente en 2024.

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