Continúa el desfile de mujeres en las letras de Jorge Amado. Ahora el turno es de Gabriela, una joven que llegó hasta el pueblo de Ilheus después de atravesar caminando el sertão, es la época del cacao y de los coroneles, y quiero aclarar que el cacao sí era cacao, pero los coroneles no eran coroneles: eran unos señores armados que dominaban la tierra y la gente.
Es relevante anotar que los coroneles instalaban a sus queridas en casas bonitas con joyas y criadas, a sabiendas de las esposas, que tenían el derecho de quedarse calladas y ellos el derecho de matar por infidelidad, de hecho con una historia de este estilo empieza la novela.
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Gabriela después del doloroso viaje está cubierta de polvo, Nacib el árabe la recoge para que sea su cocinera y le haga golosinas que se venderán en el café Vesubio de su propiedad. La deja en la casa para que se bañe y descanse; cuando Nacib regresa, Gabriela se ha quedado dormida en una silla y un rayo de luna la desviste, él descubre la belleza, su color canela y el olor a clavo que tiene su pelo, por eso la novela se llama Gabriela clavo y canela.
No pasa mucho tiempo sin que Nacib se enamore de ella, la lleve hasta su cama y después se casen, aunque descubren que Gabriela no tiene apellidos y le inventan uno.
Se casan, Nacib la llena de regalos, le busca mucamas, pero eso para Gabriela no tiene ningún significado, como no lo tiene tampoco que le digan piropos, que le quiten la flor que lleva en el pelo y que todos se animen en el café al verla llegar. Pero para el árabe es un contratiempo, entonces empiezan las prohibiciones, la inducción en la vida social y sus protocolos, además del uso de unos zapatos con los que nunca se acomodó.
Para Gabriela todo es natural, hasta llega a acostarse con Tonico Bastos, el notario que la casó con Nacib. Este los descubre y dice que no va a matarlos, pero la saca de su casa y de su cama, y a Tonico lo amedrenta con la furia de su esposa Olga.
Después de sufrir el engaño, Nacib pide consejos, y alguien le dice que de verdad él no está casado, porque falsificaron los papeles de Gabriela, lo que se traduce en que Gabriela tampoco traicionó al esposo.
Algo inesperado pasa, Nacib sufre sin buenas cocineras, entonces por recomendación de una vecina, Doña Arminda, “espiritista y lengua viperina”, Gabriela regresa con una advertencia ¡sólo para cocinar!, y a dormir en la pieza de atrás.
Gabriela era como una extensión del bar. Nacib no olvida el placer que siente con la muchacha y vuelve donde ella, en calidad de amante, ya antes Gabriela había dicho que ella no veía ningún problema en que Don Nacib se acostara con la que quisiera y ella también.
Por: Laura Cecilia Bedoya
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