Uno entiende, con resignado realismo, que esta segunda alcaldía de Federico necesariamente será muy diferente a la primera. No hay opción: tiene que dedicarle buena parte de su tiempo, energía y recursos a sacar a la ciudad del hueco por el que fue deslizándose a lo largo de los últimos cuatro años.
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Por un lado, se debe hacer lo posible por recuperar tanto dinero enredado, desperdiciado y perdido por esa mezcla irrepetible de soberbia, corrupción y estupidez de la administración anterior.
Por el otro, y es lo más difícil, se tiene que recuperar la confianza de la ciudad en sí misma, el orgullo de sus habitantes de pertenecer a ella y el derecho de volver a pensar en grande, de tener nuevamente proyectos transformadores de ciudad.
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Perdimos el rumbo en esos cuatro años. Mirando hacia atrás, da la impresión de que antes sí sabíamos hacia dónde íbamos. O al menos teníamos la percepción de que los alcaldes sí sabían. Por diferentes que fueran, más o menos conservaban la misma dirección. El que llegaba podía construir sobre lo que encontraba, podía continuar avanzando y creciendo.
Hasta que llegó y se fue, con mucha pena y poca gloria, la alcaldía anterior.
En consecuencia, hoy no sabemos dónde estamos. Perdimos ese impulso colectivo que traíamos. Es difícil para la mayoría percibir si seguimos cayendo, o si estamos quietos en el fondo, o si ya, de verdad, por fin, vamos saliendo del hueco. Probablemente ya estamos saliendo, probablemente recuperaremos el rumbo y lo mejoraremos, pero todavía no es evidente. Federico y su equipo llevan casi un año recogiendo escombros y sacando esqueletos del clóset. Ojalá les falte poco.
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Pero Fico no nos ha presentado, al menos todavía, una nueva visión de ciudad, una idea grande, ambiciosa, que nos agrupe a todos, que nos haga soñar con que dentro de poco tiempo -o mucho tiempo, también se vale- vamos a tener una ciudad muchísimo mejor que la actual.
No tenemos tampoco grandes proyectos de infraestructura dentro de la ciudad, con la posible excepción del metro ligero de la 80, si es que se construye. Los proyectos grandes que impactarán a Medellín están ubicados muy lejos, en las vías 4G del departamento. Que ya no nos ponen a soñar, sino a hacer fuerza, gracias a las torcidas prioridades del gobierno nacional.
En cuanto a El Poblado, 15 años después de su concepción y diseño, todavía estamos tratando de terminar las últimas obras de Valorización. Pronto se iniciarán el intercambio de la 34 con Los González y el empalme de la vía Linares con la loma del Tesoro. Obras muy necesarias, pero atrasadísimas y seguramente ya insuficientes.
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Es como si ya hubiéramos concluido que Medellín quedó terminada, que no hay más obras importantes, ni grandes sueños, ni proyectos transformacionales por emprender. Y en El Poblado, menos todavía.
Alcalde: no nos deje con esta incómoda sensación de que ya no queda ni espacio físico, ni plata, ni ganas de hacer cosas realmente impactantes por Medellín y por El Poblado.