Mala época para la fauna silvestre

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Mala época para la fauna silvestre

 

Estamos en puesto de honor como traficantes de flora y fauna

 

Cuando el último animal de una especie desaparece, desaparece con él toda una historia. Jamás volverá a surgir o podrá ser resucitado, porque cuando una especie se extingue termina dramáticamente una aventura de la vida”: Pasaporte a la Biodiversidad.

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El tráfico de fauna y flora es una actividad que ha acompañado al hombre desde los inicios de la civilización, pero en las últimas décadas ha aumentado de una manera dramática hasta el punto de mover un millonario comercio mundial. A finales del siglo pasado la Interpol, organismo de cooperación entre las autoridades policiales del mundo, dio a conocer que el tráfico de vida silvestre había alcanzado un segundo lugar entre los comercios ilegales, luego del narcotráfico, superando incluso al de armas.

 
 

Cada año sus ventas producen más de 17 mil millones de dólares repartidos entre fauna y maderas de los bosques tropicales. Es el valor de unos 40 mil primates, 1 millón de orquídeas, 3 millones de aves, 10 millones de reptiles, 15 millones de mamíferos, 350 millones de peces y miles de toneladas de maderas exóticas. Si a esto se suma la tala de bosques y selvas, que en Colombia significa la pérdida de una hectárea cada seis minutos, junto con la vida vegetal y animal que allí existió, el panorama a nivel mundial y nacional, no puede ser más preocupante.

Estamos orgullosos de ocupar uno de los primeros puestos entre los países con mayor biodiversidad, pero poco se dice que también estamos en puesto de honor como traficantes de flora y fauna. Algunos hablan de un problema cultural, de una tradición o de una necesidad de compañía; otros piensan que el único responsable es el traficante, pero detrás de él hay una larga y organizada cadena compuesta por cazadores, recolectores, acopiadores, transportadores, comerciantes minoristas o mayoristas, empresarios, funcionarios corruptos, exportadores, importadores y el público consumidor. Destacando que el negocio se sostiene mientras haya compradores.

¿Por qué nos consideramos con derecho a negarle a un ser vivo la oportunidad de mantener sus condiciones de vida natural? Estamos seguros de que cuando satisfacemos el capricho de un niño al comprarle una tortuga, un ave o cualquier otra especie silvestre, no le contamos cómo los cazan sacándolos de su hábitat, los transportan escondidos en cajas, valijas, termos o tubos; son drogados, atados, embalados sin ventilación y a oscuras, de tal manera que un alto porcentaje de ellos muere por asfixia, pérdida de sangre o ahogados en su propio vómito y orina. ¿Qué diremos entonces de un adulto que lo hace? ¿Sabrá de la amenaza de la disminución de las especies y de su extinción, el sufrimiento de los animales fuera de su ambiente, la posibilidad de convertirse en transmisores de enfermedades a las personas…?

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Valdrá la pena pensar ahora que llega el período de vacaciones, se multiplican los viajes por carretera y los vendedores de animales silvestres, si en realidad es justo hacernos cómplices de un comercio que afecta el medio ambiente y sus seres vivos.

* Director Editorial Agenda del Mar

 
 
 
 

Mes de regalos

Crecen los montones de basura

Estamos en la época de los regalos, las fiestas y la multiplicación de la basura. Existe una competencia por ‘presentar mejor’ y esto significa más cajas, papel de cobertura, moños y cintas; todo lo que nuestra imaginación cree y lo que observemos en la televisión, los plegables, las revistas o consideremos digno de imitar. Resultado, crecen los montones de basura y se aumenta el trabajo de los responsables del aseo.

Estamos en el mejor momento para responder a la pregunta que nos hacen las autoridades de la ciudad: “¿Cuál es tu papel?”, con acciones concretas que respondan: ¡Ser limpios con Medellín! Para hacerlo debemos conocer el significado de preciclar, un término que significa ‘pensar antes que comprar’, darnos cuenta que alrededor de un 40% de lo adquirido son basura, empaques y envases que solo sirven para aumentar precios y residuos. Con ello estaríamos ganando nosotros y sobre todo nuestro planeta.

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“Preciclar es pensar que la historia de las cosas no se acaba cuando las botamos a la basura, y ahí tampoco acaba nuestra responsabilidad”.

Polita Gonçalvez.

 
 
 
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