Tiene 95 años, pero podrían ser 30, 40 o 60. Hablar con ella tiene un carácter atemporal, como sucede al leer un libro clásico de literatura o una película de cine reconocida. Escucha, pregunta, recuerda las palabras dichas, sonríe y da su opinión sincera. También pregunta si quieres tomar té y menciona algo tuyo que le ha gustado.
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Lucila González de Chaves nació en Medellín, y desde que dejó el colegio supo que sería maestra. No de esas que por aquellos tiempos castigaban sin miedo a una consecuencia o creían que para mostrar disciplina o rigor se oculta el amor. Después de terminar el bachillerato en el Centro Femenino de Antioquia, CEFA, pasó a la Universidad de Antioquia. “Experta en Letras”, se leía en el diploma. Hija de otra maestra, mira hacia atrás y dice convencida: “Las cosas lo buscan a uno”. A un tiempo breve como maestra (prefiere que le digan así y no profesora o docente), le siguió el matrimonio con el músico Luis Eduardo Chaves Becerra, un hombre con el que compartió el gusto por la conversación y la cultura.
“Los libros me han enseñado a vivir, a ser mejor persona, maestra y periodista.”
Junto a él tuvo cuatro hijos que ha visto crecer muy de cerca, y que la tuvieron por fuera de los salones durante 13 años. Cuando los niños empezaron a ser más independientes, recibió una invitación para volver a las clases. Regresó con el entusiasmo intacto. Y es que, aunque estuvo en la casa por un tiempo, siguió con la lectura y el análisis de libros, en las noches, cuando todos se iban a dormir, y a su escritorio de silencio y noche, llegaban autores e historias.
Maestra, periodista, escritora e integrante de la Academia Colombiana de la Lengua, volvió al trabajo porque hay misiones evidentes. “Ser maestra no es ir delante como modelo. Tampoco detrás como contemporáneo, como un amigo más, para ganarse la simpatía de los alumnos. Se trata de ir a la par con los muchachos, llegarles a su corazón y mente, para conocer sus necesidades. Simplemente, uno sabe un poco más que el alumno y participa, junto a él. Todos somos iguales. Como maestra, he tenido el mandamiento moral de enseñar una materia (Español) y de acompañar a los alumnos en la formación de su personalidad, con amor. Esto es más fácil cuando uno tiene buena voluntad para cumplir la misión que Dios le dió”, dice.
También aclara que el aprendizaje más potente no se logra con la cátedra: “Lo da el ejemplo diario. Puede que tus alumnos o tus hijos no te escuchen, pero seguro no te quitan los ojos de encima. Entre tinto y tinto, descanso tras descanso, uno logra que le cuenten sus problemas. Hay que ir con ellos, despacio. Cuando uno es maestro, no le pone adjetivos a los alumnos”.
Cree en un ser superior, y esto no ha cambiado, incluso, después de muchas lecturas y análisis de libros: ha reseñado más de 300 y escribió la serie Español y Literatura que se estudió en muchos colegios.
Siempre ha estado dispuesta a ayudar y esto tiene que ver con su incapacidad para decir que no y también, con una convicción: “Si la vida no es servicio y amor, es una empresa fallida”. Conocida por sus columnas y artículos en los que enseña a usar el español, publicó hace poco el libro Una mirada al idioma desde las columnas periodísticas, para conmemorar sus 95 años.
En las últimas décadas ha participado en homenajes y recibido reconocimientos. El último, el Escudo de Antioquia, categoría Oro, que le entregó Aníbal Gaviria, gobernador de Antioquia, por su servicio a la sociedad. Dice haber trabajado sin pensar en los premios. Al mismo tiempo valora los reconocimientos y hablar con personas como el gobernador: “es alguien que conversa con uno, con sencillez y cercanía”.
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Sobre estos días, dice disfrutarlos entre familia, soledad y ese mundo interior que menciona y en el que están presentes los libros. A veces dice sentirse más “del otro lado”, ese al que no va el cuerpo físico y ve como un viaje (según creencias de otras culturas que admira). Aunque sabe que esto produce reacciones o silencios, hablar de este tema, con naturalidad y calma, como de todos los demás, hace parte de lo que ella sido en la vida: una maestra que ve lo bueno en las situaciones, y usa las palabras, para bien.