Puntos de encuentro entre la lucha del mundo entero por superar la pandemia del COVID19 y la primera misión sanitaria internacional de la historia: la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna.
Ningún habitante de La Coruña se quería perder el acontecimiento. Entre vítores y aplausos, la corbeta María Pita zarpó del puerto, para emprender la primera misión sanitaria internacional de la historia. Era el 30 de noviembre de 1803, día en el que empezó la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna en América, una aventura científica bajo el mando de Francisco Javier de Balmis, médico de la corte del rey de España, Carlos IV, quien la patrocinó con entusiasmo.
Hoy, en medio de un país en turbulencia, la vacunación no se detiene: al cierre de esta edición, casi 12 millones de dosis aplicadas en el país, en un promedio diario de 235 mil.
El objetivo de la expedición era frenar la expansión de la viruela, una enfermedad que estaba diezmando la población americana, especialmente la indígena, cuyos organismos no tenían ninguna defensa ante el virus.
No es difícil encontrar puntos de encuentro entre la gesta de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna y la carrera que ha emprendido el mundo entero para ganarle la batalla al COVID19. Todos los recursos, toda la creatividad, todos los conocimientos científicos disponibles se invirtieron en aquella época, como ahora, para cumplir con la misión.
Le puede interesar: Debemos conversar sobre la muerte cuando estemos vivos
El éxito del plan de vacunación del médico Balmis dependía de la posibilidad de transportar la vacuna en el largo trayecto del viaje marítimo, desde España hasta América, bajo las altas temperaturas del trópico. A falta de ultracongeladores y envases esterilizados, la vacuna fue llevada en el cuerpo de 22 niños expósitos, entre tres y nueve años, recogidos de orfanatos de Madrid y Santiago. Durante el viaje, los niños eran vacunados por turnos; a medida que iban desarrollando la enfermedad, se les extraía el líquido de sus pústulas para inocularlo en los otros. En vez de una cadena de frío para proteger la vacuna, Balmis se ideó una cadena de transporte en vivo. Estos niños fueron bautizados en España como “Los ángeles custodios”.
Al igual que hoy, los servidores de la salud que emprendieron la Real Expedición salvaron a miles de personas, y entregaron su vida en esta causa superior. Y, al igual que hoy, el esfuerzo conjunto de los gobiernos, las entidades privadas y la comunidad fue fundamental para superar la enfermedad.
En los inicios del siglo XIX, mientras el mundo americano se preparaba para iniciar a sangre y fuego sus campañas libertadoras, ese grupo de médicos y enfermeras, esos niños expósitos, esa maestra que los acompañó, emprendieron con generosidad un viaje humanitario, lleno de incertidumbre.
Hoy, en medio de un país en turbulencia, la vacunación no se detiene: al cierre de esta edición, casi 12 millones de dosis aplicadas en el país, en un promedio diario de 235 mil. Las vacunas están llegando en avión, en tractomula o en ambulancia, pero también en canoa, en camiones de escalera o a lomo de mula. Sí, que no se nos olvide esta gesta, nuestra real gran expedición. Y nunca dejemos de darles las gracias a ellos, los vacunadores, nuestros propios ángeles custodios.