Lorenzo “el Magnífico” fue un astuto político y un diplomático audaz. En 1472, en un acto de valentía extrema viajó a Nápoles y disuadió al rey Ferrante I de atacar a Florencia, salvando quizás a su ciudad de la destrucción. Lorenzo, sin embargo, no fue un buen administrador y en sus manos quebraron importantes sucursales del banco familiar. También algunas de sus actuaciones políticas fueron graves desaciertos, como la violenta e innecesaria represión de Volterra. En cuanto a las artes no puede decirse que haya sido un gran mecenas, pero sí fue soporte para eminentes intelectuales como Marcilio Ficino, filósofo y traductor de Platón; Angelo Poliziano, filólogo y traductor de la Ilíada; Pico della Mirandola, filósofo y teólogo, y Cristóforo Landino, profesor de retórica y traductor de Plinio el Viejo. Lorenzo fue además un inspirado poeta como lo testimonia este bonito fragmento de una de sus rimas:
¡Qué hermosa la juventud, que sin embargo se escapa! el que quiera ser dichoso, que lo sea: del mañana no hay certeza.
El universal reconocimiento otorgado a Lorenzo supuso sin embargo el eclipse de quien, a mi juicio, es el más grande de la familia Medici: Cosme el viejo (Cosimo il vecchio), abuelo paterno de Lorenzo.
El historiador Francesco Guicciardini agrega: “Por su habilidad, sus riquezas y su esplendidez obtuvo tanta fama como tal vez ningún ciudadano privado había tenido desde el ocaso de Roma (…) Y en medio de tanto esplendor, vivía en su casa como simple particular, con modestia, cuidando al mismo tiempo sus propiedades que eran muchísimas y sus negocios”.
Sabía ejercer su inmenso poder con una discreción admirable. Prefería que las decisiones se tomaran siguiendo el procedimiento establecido por la ley de la República. Su palacio era visitado por embajadores que querían presentarle sus respetos, pero la correspondencia oficial se tramitaba a través de la autoridad competente de la ciudad, la Señoría. Cuando el Papa le pidió contribuir con dos galeras florentinas para enfrentar a los turcos, respondió: “Me habla usted como si yo fuese un príncipe reinante y no tan solo un hombre satisfecho con la modesta dignidad de ciudadano (…) y usted sabe cómo es de limitado el poder de un ciudadano particular en un estado libre, bajo un régimen democrático”. De manera similar respondía cuando se le solicitaba algo que consideraba inoportuno o inconveniente.
4. Demetrio Paleólogo,
déspota de Morea
5. Juan II Paleólogo,
emperador Bizantino
6. José II Patriarca
de Constantinopla
Hizo en su juventud gran amistad con el humanista florentino Niccoló Niccoli. Veinticinco años mayor que él, Niccoli había heredado una gran fortuna y dedicaba su tiempo y su dinero a adquirir y a estudiar manuscritos antiguos. Cosme, imitando a su amigo, empezó a adquirir libros desde muy temprana edad. A la muerte de Niccoli, Cosme adquirió 800 volúmenes para su biblioteca, una de las mayores de Europa.
En su tiempo alcanzó Florencia una prosperidad nunca antes vista: se contrató y se llevó a cabo la construcción de la cúpula de Santa María del Fiore, obra que se encargó a Filippo Bruneleschi; se refaccionó el palacio de la Señoría, se llevó a cabo la restauración de la iglesia de San Lorenzo, se edificó la abadía de Fiésole, se decoró el exterior de la iglesia de Orsanmichele con obras de los más grandes escultores de Florencia como Donatello que esculpió la imagen de San Jorge, y Ghiberti, que hizo la de San Mateo, patrono de los banqueros, obra que pagó Cosme con su propio dinero. En su época se construyeron los más imponentes palacios de Florencia, como Rucellai, Strozzi, Gondi, Pazzi-Quaratesi y el descomunal Pitti. También se edificó la preciosa capilla Pazzi, obra de Bruneleschi.
Para sí mismo construyó el palacio Medici, obra que encargó al arquitecto Michelozzo Michelozzi. Se dice que Bruneleschi le presentó otro proyecto, pero Cosme lo rechazó por considerarlo demasiado ostentoso. El Palazzo Medici Riccardi es una excelente muestra del gusto exquisito de Cosme: imponente y sobrio.
“Cortejo de los Reyes Magos”, pintura mural de Benozzo Gozzoli
Al ingresar al palacio se accede al hermoso patio central donde en ese entonces podía verse la escultura en bronce del David de Donatello, hoy en el museo del Bargello. En el jardín había una fuente adornada con la Judith de Donatello, hoy en el Palazzo Vecchio. Por unas escaleras se llega al piano nobile (piso noble) donde está la pequeña capilla privada adornada con los frescos del Cortejo de los reyes magos, pintado por Benozzo Gozzoli. Este representa el desfile de las personalidades que visitaron Florencia con ocasión del Concilio Ecuménico convocado en 1438 para unificar las iglesias de Roma y Constantinopla. En medio del suntuoso cortejo aparecen los principales miembros de la familia Medici: Cosme sobriamente vestido, montado en una mula; Piero su hijo al lado suyo y más atrás dos niños que no habían nacido en tiempos del Concilio, pero que al momento de la pintura del fresco contaban con diez y el otro con seis; ellos son Lorenzo y su hermano menor Giuliano. Haciendo el papel de reyes magos están allí retratados el emperador bizantino Juan VIII Paleólogo, su hermano Demetrio Paleólogo déspota de Morea y el patriarca José II de Constantinopla.
Cosme de Medici murió el 1 de agosto de 1464. La Señoría de Florencia le otorgó el título póstumo de Pater Patriae (Padre de la Patria). “Su vida estuvo llena de honor, y su honor se extendió más allá de su propia ciudad, a toda Italia, en realidad a todo el mundo”, dijo Pio II a modo de epitafio.
Quien vaya a Florencia, no deje de visitar esta pequeña capilla que es un homenaje a uno de los hombres más grandes del Renacimiento.