La próxima administración de Medellín debe no solo aceptar, sino, además, promover espacios para que se multipliquen las conversaciones, se limen asperezas y construyamos colectivamente un mejor futuro.
Medellín necesitaba repensar su rumbo. Por donde veníamos logramos superar un periodo aterrador de nuestra historia, pero todavía quedaban grandes problemas por resolver y se veían emerger nuevos retos. Se requería, entre otras cosas, una alcaldía con voluntad de acción para ayudar a refinar la brújula de la ciudad. Y sí, Daniel Quintero Calle llegó a actuar… solo que no en lo que a la ejecución de acciones para el mejoramiento de Medellín se refiere, sino en un sentido teatral: llegó a interpretar el papel de protagonista en el show que él mismo montó, ese en el que el escenario es una ciudad fallida y en manos de unos pocos tiranos, y él es el valiente redentor.
Pero ya se sabe que Quintero-el-héroe-reivindicador es una farsa, un quebrantamiento a la verdad. Su imagen de defensor de los desfavorecidos es embustera. Su promesa de esperanza es manipuladora. Se aprovechó de la inconformidad en la ciudadanía (legítima en el mundo, el país y la ciudad que habitamos) para adelantar una lucha, sí, pero no a favor del bienestar colectivo, sino para su propio beneficio.
Además de como «delito grave», en el Diccionario de la Real Academia un «crimen» se define como una «acción indebida y reprensible». Si ha quebrantado o no la ley, demostrarlo es tarea de otras instancias. Pero reprender al gobierno de Daniel Quintero con opiniones sobre su recurrente quebrantamiento a la moral es algo que puede hacer cualquiera. Yo creo que, en el fondo, la más indebida y reprensible de sus acciones –porque es como abrir la caja de Pandora– ha sido la de generar una atmósfera de odios, rencores y desconfianza extrema. Soy un crítico insistente de la actual administración de Medellín, porque considero que muchas de sus acciones son indebidas y están perjudicando gravemente la ciudad. El estilo político del alcalde y su equipo imposibilita el avance de Medellín hacia una sociedad sostenible. La ambiciosa transformación que se plantea la agenda de la sostenibilidad requiere de una muy buena estructura de gobernanza, pues no es posible adelantar los grandes proyectos requeridos para el cuidado del ambiente –junto con el mejoramiento de la calidad de vida, el fortalecimiento del tejido social y la dinamización de una mejor economía–, si no hay una correcta coordinación entre los actores de la sociedad y de sus acciones. Pero ¿cómo coordinarnos como sociedad medellinense si con el gobierno no es posible dialogar, porque Quintero se ha dedicado, más que nada, a pelear? Sus constantes riñas son espectáculos para darse más pantalla, pero también para quebrantar el diálogo y alimentar la desconfianza y la tensión entre todos los sectores de la sociedad.
Por suerte, no ha tenido éxito del todo. Voces que vienen desde la ciudadanía, la política, los medios, el sector privado y la academia todavía alientan la conversación, la coordinación y el trabajo conjunto. La próxima administración de Medellín debe no solo aceptar, sino, además, promover espacios para que se multipliquen las conversaciones, se limen asperezas y construyamos colectivamente un mejor futuro.