A la serie de ‘fórmulas para ser mujer’ se suma una receta muy comentada por estos días: las características esenciales para ser una mujer líder. ¿Cuáles son las preguntas con respuestas pendientes alrededor de los liderazgos femeninos?
“Siéntate con las piernas bien cruzadas”. “Con el cabello corto pareces un niño”. “Una mujer no se sienta sola en la barra de un bar”. “Manejas carro como un hombre”. “Esos tatuajes te quitan feminidad”. “Una feminista no piensa así”… Muchas personas, varias veces y en distintos momentos de la historia, me han dicho cómo debo ser mujer. Mi madre y mi padre, las monjas del colegio donde estudié, las amigas, antiguas parejas e incluso algunas compañeras feministas.
Las fórmulas, que a veces se me hacen odiosas, siempre tienen un modelo a seguir, unas características comunes y a veces casos de vida inspiradores. El hoy llamado “liderazgo femenino” no es la excepción a la regla y desde hace algunos años hace parte de la lista de reproducción de recetas que con frecuencia debo escuchar.
“Una mujer líder orienta mejor a las personas y tiende a la cooperación”. “El liderazgo femenino es horizontal”. “El poder femenino es emocional y por eso las emociones deben fortalecer tu liderazgo”. “Ser líder mujer es tener más disposición de cambio”. Estas son algunas de las clasificaciones ‘googleables’ y universales.
Además de anunciar que prefiero la palabra lideresa, confieso que hay algunos de estos ingredientes que me parecen no solo encantadores, también aspiracionales. Pero no me atrevería a decir que únicos. Las razones obedecen en principio a un rechazo casi que genético por las necesidades clasificatorias. Las demás a una pregunta esencial, ¿existe un solo liderazgo femenino?
En el Hay Festival Cartagena de 2018, en una conversación con periodistas, la escritora y feminista Chimamanda Ngozi Adichie, nos recordaba que “no existe un solo camino para ser mujer”, además, era enfática a la hora de afirmar que nadie iba a recordarle cómo serlo. Si son muchos los caminos que transitamos para nombrarnos mujeres, ¿por qué debería de existir uno solo para llamarnos lideresas?
Nuestra historia como mujeres en cargos de liderazgo no es tan vieja como para dotarla de fórmulas. Es una narrativa en construcción. En países como Colombia y departamentos como el nuestro, que ha sido dirigido desde estereotipos profundamente machistas, la conversación apenas comienza y las relaciones son simples. Lo que en los grandes empresarios ha sido visto como espíritu emprendedor, en nuestro caso ha sido locura. Lo que en los líderes políticos hemos llamado valentía, para las mujeres se ha traducido en histeria y lo que para los grandes negociantes ha sido la confianza, en las mujeres ha sido visto como arrogancia.
¿Qué esperamos de un liderazgo comparado que ha sido construido en su gran mayoría por hombres? ¿Cuál es la construcción de liderazgo femenino que queremos? ¿Qué queremos que las más jóvenes vean en nosotras, cómo queremos que nos miren? Son algunas de las preguntas que dejo sobre la mesa para comenzar una conversación urgente y necesaria. Yo arriesgaría la primera piedra para responder: quiero que sea diverso porque, como en la naturaleza, es en la diversidad donde radica el verdadero sentido de la vida. No dejaría que nadie me diga el árbol que quiero ser.