El descubrimiento de Leonardo da Vinci

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Anticipándose al siglo XX,  Leonardo da Vinci, unió creatividad y ciencia, y arte y sensorialidad. Un artista científico que creó una perspectiva aérea, de luz y color. Una ciencia de la experiencia.

Carlos Arturo Fernández
Por: Carlos Arturo Fernández

El interés que ha generado en todo el mundo la conmemoración de los 500 años de la muerte de Leonardo da Vinci, ocurrida el 2 de mayo de 1519, puede crear la falsa idea de que estamos ante un personaje que gozó en vida de la admiración y reconocimiento generales, fama que no habría dejado de crecer a lo largo de estos siglos.

Es cierto que apenas 30 años después de su muerte, en el libro de Giorgio Vasari sobre los artistas más destacados de la época que luego conoceremos como Renacimiento, Leonardo aparece como un hombre excepcional en todo sentido. Pero, sin dejar de exaltar sus cualidades físicas e intelectuales, Vasari señala reiteradamente que era inestable y voluble, dedicado a realizar “locuras” de todo tipo y que, sin excepción, todos sus trabajos quedaban sin terminar; las consecuencias no tenían que ver solo con el desespero de quienes encargaban las obras y la mala fama del artista sino también con que, en una época en la cual todavía no existían los museos, esas pinturas inconclusas se perdían o destruían con facilidad.

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La obsesión por profundizar en el estudio de todos los problemas fue muchas veces nefasta. El gran caballo para Ludovico Sforza de Milán, que habría sido la más extraordinaria escultura en bronce desde la Antigüedad, lo llevó a tantas investigaciones sobre el animal y sobre la técnica del bronce, que finalmente nunca pudo ser realizado a causa de la guerra entre Milán y Francia. La última cena no fue realizada con la técnica tradicional de la pintura al fresco sino con temple y óleo sobre el muro seco; el fresco exigía rapidez, pues se pinta sobre la capa de arcilla todavía húmeda; pero Leonardo quería pintar lentamente e inventó una técnica que no resultó como él esperaba: apenas dos años después de terminada, la magnífica obra empezó a descascararse y a desprenderse del muro. En realidad, casi todos los proyectos de Leonardo terminaron en fracasos.

 

Al morir, ninguno estaba organizado

Una suerte similar corren sus escritos extraordinarios y los avanzados estudios de anatomía, de física, de óptica y de mecánica, entre muchos otros temas, que ellos contenían. Aspiraba a publicarlos en algún momento, pero al morir ninguno estaba organizado y años después cogieron distintos caminos, después de que hacia 1570 los Médicis consideraran que no tenían ningún valor. Aunque parezca increíble, los “Códices Madrid I y II” estuvieron “perdidos” en la Biblioteca Nacional de España durante 150 años.

A diferencia de su tiempo, hoy entendemos a Leonardo como un gran artista y un gran científico; pero eso no sería posible si, en los últimos dos siglos, no hubiéramos descubierto que el trabajo de personajes como este permitía transformar la comprensión del arte y de la ciencia. En efecto, anticipándose al siglo XX, Leonardo unió creatividad y ciencia, por una parte, y arte y sensorialidad por otra. Un artista científico que dejó atrás la ciencia geométrica de la perspectiva lineal de su tiempo y creó una perspectiva aérea, de luz y color, que, en última instancia afirma que para conocer la realidad hay que vivirla y experimentarla; una ciencia de la experiencia.

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El de Leonardo es uno de los mejores ejemplos de que la historia y el pasado no están cerrados; son, más bien, realidades que reconstruimos permanentemente.

 

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