De nuevo, Leonardo da Vinci,

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En Bautismo de Cristo se reconoce la mano de Leonardo da Vinci en la pintura del ángel ubicado a la izquierda: es fácil percibir una creación similar a la que encontramos en la Mona Lisa.

Durante mucho tiempo, aunque quizá ya no es así, se debatió si Leonardo da Vinci era un artista científico o, más bien, un científico artista. Tal vez, él no habría entendido esas discusiones acerca del primado de la ciencia o del arte dentro de su trabajo y habría pensado que las preguntas estaban mal formuladas.

 

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Carlos Arturo Fernández
Por: Carlos Arturo Fernández

En efecto, no creía que el problema se encontrara en el predominio de un campo sobre el otro sino que radicaba, sobre todo, en la manera como se enfrentan el conocimiento y la comprensión de la realidad.

Y se puede decir que era un punto de vista esencial para Leonardo, no una meta que adquiere sentido después de una vida de trabajo, sino un punto de partida que aparece desde la obra más antigua de las que se le atribuyen. Leonardo, nacido en 1452, trabajaba en el taller de Andrea del Verrocchio veinte años después, cuando este recibió el encargo de pintar un Bautismo de Cristo; también Botticelli trabajaba en ese taller. En los años siguientes, como era habitual, los dos jóvenes ayudantes colaboraron en la realización del cuadro.

Se ha reconocido la mano de Leonardo en la pintura del ángel ubicado a la izquierda de la composición y en el paisaje que se encuentra sobre él: es fácil percibir que la manera como se crea ese paisaje es similar al que encontramos en la Mona Lisa, una obra en la que quizá trabajaba todavía al final de su vida, más de 45 años más tarde.

Cuando se comparan el ángel y el paisaje de Leonardo con el resto de la obra, salta a la vista que hay una manera diferente de enfrentar el problema. En las figuras de Cristo y del Bautista, las más importantes y que seguramente fueron pintadas por Verrocchio, quien no solo era el maestro sino también el dueño del taller y quien había recibido el encargo y firmado el respectivo contrato, predominan líneas nítidas y recortadas, formas claras y sólidas, incluso un poco rígidas, casi como si se tratara de esculturas pintadas. Algo similar ocurre en el segundo ángel desde la izquierda, quizá debido a la mano de Botticelli. En el ángel y el paisaje de Leonardo no hay líneas definitivas sino cambios sutiles de colores, de luces y de sombras que generan una sensación de compenetración y movimiento continuos.

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Esta diferente manera de enfrentar los problemas se puede expresar con dos planteamientos que no solo aparecen aquí sino también en toda la obra posterior de Leonardo. Por una parte, aunque nos encontramos en medio del desarrollo del Renacimiento, cuando todos los artistas buscan en el arte clásico las referencias formales fundamentales para la creación de sus obras, y mientras la recuperación de ese pasado es el principal criterio de valor artístico, Leonardo se niega sistemáticamente a mirar la Antigüedad. Jamás lo hace y es el único artista de su tiempo que asume una decisión tan radical, contraria a lo que se considera como seguro y correcto.

Y, por otra parte, exalta la experiencia y el conocimiento directo de la realidad como el criterio esencial de su trabajo. Quizá no es una consecuencia sino, más bien, la causa de que no quiera dedicarse a estudiar la Antigüedad.

Ese mismo criterio lo lleva a descartar el gran descubrimiento de su tiempo, la perspectiva lineal, al darse cuenta de que es una solución teórica que no responde a las lecciones de la experiencia. Pero quizá el análisis de este aspecto exigirá que más adelante volvamos de nuevo sobre Leonardo.

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