Las normas sociales

¿Son las normas sociales un pegamento invisible que mantiene unidos a los grupos y las sociedades o un mecanismo que perpetúa la segregación social?

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Si alguna vez te has sentido presionado a hacer algo solo porque las personas a tu alrededor lo están haciendo, es por un concepto que en ciencias del comportamiento se conoce como las normas sociales

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Imagina que estás en una sala de cine en la que todas las personas están mirando hacia la pantalla y guardando silencio. De repente, alguien comienza a hablar. Lo que a continuación probablemente sucedería es que la mayoría desaprobaría esa conducta y alguien, eventualmente, pediría silencio. ¿Por qué sucede esto? Porque hay una norma social en ese contexto que dicta que, en el cine se debe guardar silencio para no molestar a los demás.

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Las normas sociales son, en esencia, reglas o expectativas que nos indican cómo esperan los demás qué debemos comportarnos en una sociedad o en un grupo determinado. Estas normas no siempre son leyes formales, como las que se encuentran en un reglamento o en una ley, sino que pueden ser normas informales que aprendemos a través de la socialización. Nos indican qué es aceptable o no, qué está bien o mal según el contexto, y nos ayudan a tener una buena convivencia con los demás.

Las normas informales, aunque no están escritas ni respaldadas por leyes, tienen una fuerte influencia en nuestro comportamiento y esto se debe a que apelan a nuestro deseo de pertenencia en un determinado contexto y actúan como un pegamento invisible que mantiene unidos a ciertos grupos sociales. 

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Mientras que una norma formal, como respetar el límite de velocidad, depende de la vigilancia y las sanciones, las normas informales, como ceder el asiento a una persona con movilidad reducida en el transporte público, se sostienen en las expectativas sociales y en el temor al juicio de los demás. Su fuerza radica en que operan en cada interacción diaria, moldeando nuestras acciones de manera casi automática y con menos resistencia, ya que las internalizamos como parte de nuestra identidad y cultura.

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Por otro lado, las normas sociales están formadas por dos elementos principales: las creencias sociales y las expectativas de comportamiento. Las creencias sociales son ideas o entendimientos compartidos dentro de un grupo sobre cómo deberían comportarse las personas. Por ejemplo, en algunas culturas es una norma quitarse los zapatos antes de entrar a una casa como señal de respeto y limpieza, mientras que en otras, este gesto puede no ser tan importante o incluso pasar desapercibido.

En cuanto a las expectativas sociales, son lo que creemos que los demás esperan de nosotros. En la sala de cine, la expectativa es que todos guardemos silencio. Si alguien rompe esa expectativa, generalmente se percibe como una transgresión y puede presentarse un “castigo” social. 

Las normas sociales se crean y se mantienen a través de un proceso de interacción social, donde las personas se influencian mutuamente, creando lo que generalmente se conoce como paradigmas sociales. Este proceso puede ser consciente o inconsciente, pero, en general, las normas se van transmitiendo de generación en generación y de grupo en grupo a través de lo que llamamos socialización.

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La socialización es el proceso mediante el cual aprendemos las normas, valores y comportamientos de la sociedad en la que vivimos. La familia, el colegio, los amigos, lo que leemos, escuchamos o vemos juega un papel importante en enseñarnos cómo comportarnos y qué es lo que se espera de nosotros.

Sin embargo, las normas sociales no son estáticas. Pueden cambiar con el tiempo debido a una variedad de factores: cambios en la tecnología, la política, las creencias culturales, e incluso los movimientos sociales. Y esto es muy importante, porque no estamos condenados a aquellas normas ya establecidas, sino que como sociedad tenemos la capacidad de hacer cambios en esos paradigmas y progresar hacia nuevas creencias y normas que mejoren nuestra calidad de vida. 

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Las normas sociales tienen un impacto profundo en nuestras decisiones, relaciones y bienestar. A menudo, no somos conscientes de la influencia que ejerce sobre nosotros y es importante darnos cuenta porque estas normas pueden tener efectos tanto positivos como negativos. Por ejemplo, pueden existir normas sociales que refuerzan comportamientos discriminatorios. Las expectativas sociales sobre el éxito profesional o la presión por lograr metas económicas específicas son ejemplos de cómo las normas sociales pueden influir negativamente en el bienestar emocional y generar estrés o frustración en las personas. Otro ejemplo en el que las normas sociales nos segregan, son las asociadas a las expectativas de belleza, las cuales pueden influir negativamente en la autoestima y el bienestar de las personas. 

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Por otro lado, las normas sociales también traen sus beneficios porque nos proporcionan predicción y estabilidad. Sabemos que si seguimos las normas, nuestras interacciones serán más predecibles y, por ende, nos sentiremos más seguros en nuestras relaciones y en la sociedad en general.

Sean positivas o negativas las consecuencias de seguir normas sociales, es importante cuestionar su validez y si nos damos cuenta como sociedad que es pertinente un cambio de expectativas o creencias, debemos tomar acción. Un ejemplo clásico de romper normas sociales sería el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, cuando se rompieron las normas de segregación racial.

Romper una norma social puede tener consecuencias, como el rechazo o la desaprobación de los demás. Sin embargo, también puede ser el primer paso para cambiar una norma obsoleta o injusta.

Cuando sentimos presión por seguir una norma social, es pertinente cuestionarse si está ayudando al propio bienestar y el de los demás y si el comportamiento que se está moldeando o generando vale la pena continuar. Finalmente, debido a muchos cambios de normas sociales, hoy muchas personas podemos disfrutar de formas de vida que antes eran impensables.

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