El manejo de lo que hoy se denominan residuos sólidos, por parte de las personas, especialmente quienes viven en los estratos altos no deja de ser desconcertante, queremos ver nuestra casa, los lugares de trabajo, oficina, parque,… completamente limpios. Sin embargo es muy poco lo que aportamos para facilitar el trabajo de las entidades y personas que deben recoger y transportar los desechos. Nos ofrecen la posibilidad de separar residuos orgánicos, vidrios, papel, plástico, cartón y todo lo demás que podemos adquirir en esta sociedad de consumo, y ser solidarios con los que viven de lo que botamos, pero algo tan elemental nos parece imposible.
Construimos una montaña con basura que podría ser el símbolo de la ineptitud de las autoridades y la insensibilidad de los habitantes de la “bella villa”. Hoy, llenos de tecnología no hemos podido construir un relleno sanitario adecuado.
Vivimos en medio de un sinnúmero de campañas invitándonos a manejar racionalmente las basuras. Disponemos de programas de educación que junto a las primeras letras enseñan la necesidad de cuidar nuestro hogar: la Tierra. El tema ambiental ha adquirido la mayor relevancia y las universidades se llenan de programas dedicados a él, algunas en medio de la basura. Se multiplican campañas para racionalizar el uso de la basura. Sin embargo, el problema crece.
Un problema que se destaca en las esquinas, convertidas en basureros: residuos orgánicos. Toda clase de desperdicios, ratas y mal olor, para un aspecto deprimente. Queremos pedir a quienes sacan la basura en cualquier momento en bolsas mal selladas y deterioradas, y a las autoridades que dejan crecer el problema, soluciones para que no existan estos lugares.
Ojalá pudiera hacerse un concurso para escoger el peor de estos sitios. Aportamos uno para empezar: Barrio Manila, entre la calle 11 y la 43F.
Por Agenda del Mar