/ Gustavo Arango
Cuando era muy joven, el escritor y místico franco-italiano Lanza del Vasto llegó a la biblioteca de su universidad y, con un aire optimista y decidido, le dijo al bibliotecario: “Quiero leer a santo Tomás”.
El bibliotecario lo miró con una mezcla de sorna e incredulidad.
“¿Está usted seguro?”, le preguntó.
“Sí”, dijo Lanza del Vasto.
El bibliotecario lo condujo a un cuarto y movió su mano en dirección a una enorme estantería:
“Todo esto es santo Tomás”.
Para ocultar su desconcierto, Lanza del Vasto agregó: “Quiero la Summa Teológica”.
El bibliotecario siguió sonriendo y le mostró una hilera de treinta libros.
“Quiero el volumen dedicado a la Santísima Trinidad”.
Cuando tuvo el libro en las manos, Lanza del Vasto leyó la primera línea de la primera página, aquella que dice “Dios es relación, pero no es relativo”. Luego suspiró, cerró el libro y lo entregó agradecido.
“¿No es lo que busca? ¿Desea algo distinto?”, preguntó el bibliotecario, quien ya empezaba a tenerle simpatía a ese joven osado que se atrevía a leer un libro que muy pocos leían en aquel tiempo y muchos menos leen hoy en día.
Entonces, Lanza del Vasto le respondió: “Con lo que acabo de leer, me alcanza para toda la vida”.
Y de hecho le alcanzó. A pesar de que no es un autor muy famoso en el mundo de los best sellers, Lanza del Vasto goza de una enorme reputación entre los especialistas europeos en literatura del siglo 20. Algunos afirman que su obra Peregrinación a las fuentes, que narra su viaje a la India para encontrarse con Gandhi, es una de las creaciones literarias más importantes de ese siglo.
Lanza del Vasto sería conocido también con el nombre de Shantidas -Servidor de la paz- que le dio el Mahatma Gandhi. Abandonó la poesía, que cultivó cuando joven con mucho éxito, porque sentía que el rigor de la creación artística lo alejaba de Dios.
Fue músico, cantante, tallista admirable. Fundó la Comunidad del Arca, dedicada a promover la no-violencia, la cual desapareció poco después de su muerte, por falta de interés entre los jóvenes por su estilo de vida austero y falto de comida y de adrenalina.
Ayunó para protestar contra las torturas en la guerra de Argelia, ayunó en el Vaticano para pedirle al Papa que asumiera una posición contra la guerra, hizo protestas en la India, Argentina y Francia. Un par de veces visitó Colombia pero muy pocas personas fueron a escucharlo y, entre los que fueron, muchos procuraron no prestarle oídos, porque ese “apóstol de la no-violencia” –como también lo llamaron– habló de cosas que en Colombia rara vez se han entendido.
Lanza del Vasto nació en Italia en 1901 y murió en España, en 1981. Poco antes de morir, declaró en una entrevista: “Las civilizaciones se han sucedido una tras otra como olas; han traído la sangre y el fuego. La nuestra está en extremo peligro. Hemos acumulado todos los medios necesarios para destruir lo que hemos hecho y a nosotros mismos. No hay nada más urgente que encontrar otro modo de fundar la vida sobre el mundo”.
Si algún efecto ha producido entre nosotros su mensaje es que los canales de televisión colombiana no se están peleando por los derechos para hacer una serie sobre su vida.
Oneonta, octubre de 2014.
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