Si las acciones políticas y los patrones actuales de desarrollo continúan la tendencia de los últimos cuarenta años, aumentará la desigualdad y el cambio climático se saldrá de las manos.
El viernes 23 de septiembre se hicieron protestas contra el cambio climático en todo el mundo. Solo en Alemania, donde estoy por unos meses, hubo 270 manifestaciones. Yo estuve en la marcha de Bremen. Allí vi a una niña de unos diez años que llevaba una pancarta con un dibujo de Timón, el suricato de El Rey León (amigo de Pumba, el jabalí), y una frase que decía Hakuna Matata leider nicht (Hakuna Matata, desgraciadamente no). En la película, Pumba le dice a un confundido Simba que esto quiere decir “No te angusties” (la expresión es real, viene del suajili: Hakuna, no hay; Matata, dificultades, problemas). Luego, para complementar la explicación, Timón y Pumba entonan la canción que dice por ahí: “Sin preocuparse es como hay que vivir”. Pues, bien, esta niña alemana dice con su pancarta que lamentablemente sí es necesario preocuparse, que la crisis climática es un problema que le causa angustias.
Recientemente se publicó el libro Earth for All: a guide of survival for humanity, producto de una iniciativa que puede ser consultada aquí: www.earth4all.life. En ella, las ideas de una Comisión de Economía Transformacional encargada de explorar nuevos paradigmas económicos fueron modeladas usando herramientas de la dinámica de sistemas para generar escenarios posibles de desarrollo para la humanidad. El escenario en el que las acciones políticas y los patrones actuales de desarrollo continúan la tendencia de los últimos cuarenta años muestra que aumentará la desigualdad, el cambio climático se saldrá de las manos y aumentarán la desconfianza y las tensiones sociales, entre otros datos preocupantes. Por otro lado, el escenario denominado Giant Leap (salto de gigante) surge como una posible vía de salvación de la humanidad (aunque no libre de retos) mediante cinco cambios extraordinarios: i) acabar con la pobreza, ii) reducir la desigualdad extrema, iii) empoderar a las mujeres, iv) transformar el sistema alimentario y v) pasar a la implementación de energías más limpias.
Las recomendaciones que se dan son retadoras. Se invita a que los países de rentas altas cancelen la deuda de los países de rentas bajas; a que en cualquier país el 10 % más rico posea menos del 40 % de la renta nacional; a que todas las corporaciones y organismos públicos logren la igualdad de género en los puestos de liderazgo; a que, para 2030, se dé una transición del 50 % de la tierra cultivable hacia la agricultura regenerativa y sostenible; y a que se eliminen y rediseñen inmediatamente los sistemas de energía basados en fósiles. Este llamado muy probablemente será catalogado como poco realista por algunas personas. Pero menos realista es pensar que por el camino actual mejorarán las cosas. Las acciones que hay que emprender son difíciles, pero son necesarias y, además, son posibles.
Hay que intentarlo. No es tolerable un modelo de desarrollo que desde la niñez genere angustia y preocupación, incluso en los países más ricos. La Tierra debe ser para todas las personas que hoy la habitamos y las que vendrán mañana. Demos ese gran salto: así, quizás, algún día el Hakuna Matata no sonará tan descabellado.